Cuando el 17 de octubre del 2017 Gordon Hayward se rompía la tibia en el primer partido de la temporada. Era su debut con los Celtics, un estreno que duró apenas 5 minutos y que acabó de la peor manera posible. La cara de Dwayne Wade agachado en el suelo, lo decía todo. La lesión dejó impactada a la competición y frenó en seco la progresión de un jugador que venía de liderar a los mejores Jazz en una década y de convertirse en uno de los mejores fichajes la agencia libre llegando a Boston para asaltar a los Cavs de LeBron, el anillo y la NBA.
Nada más lejos de la realidad. El jugador decía adiós a la campaña nada más empezar. El big three que en teoría iba a formar con Kyrie Irving y Al Horford se diluía a las primeras de cambio. Todo cambiaba para un Brad Stevens que no pudo contar tampoco con el base en playoffs pero que, curiosamente, se quedó más cerca que de las Finales que nunca. Sin estrellas. Sin egos. Solo con una horda de jugadores jóvenes que hicieron del Garden un fortín que solo LeBron pudo asaltar. Siempre LeBron.
Hayward fue seleccionado en la novena posición del draft 2010 por los Utah Jazz. En teoría, era el lugar perfecto para desarrollar su potencial. Una franquicia que venía de disputar playoffs y que contaba con Deron Williams en sus filas y con Jerry Sloan en los banquillos. Una estrella en la que fijarse y un técnico mítico del que aprender. Las cosas no fueron como parecían, y las disputas internas entre entrenador y jugador acabaron con ambos fuera de la franquicia. El primero abandonó la franquicia a la que había dirigido durante casi 23 temporadas completas y el segundo ponía rumbo a los Nets, donde empezaría a bajar sus estadísticas hasta caer en el olvido.
En medio de todo eso estuvo Hayward, que apenas promedió 5 puntos por partido en su primera campaña y que, a pesar de mejorar, tuvo que esperar a la 2013-14 para asentarse en la titularidad. Ese año se postuló como la referencia de unos Jazz a la deriva y que solo ganaron 25 encuentro espoleados por los 16 puntos por choque de un jugador que empezaba a carburar y que seguiría siendo la referencia de los Jazz con Quin Snyder, con el que la franquicia volvió a ver la luz. Dos años rozando unos playoffs que finalmente conseguirían en la 2016-17, con Hayward explotando definitivamente (21,9+5,4+3,5) y los Jazz dando la sorpresa en primera ronda y llegando a semifinales del Oeste.
Recuperarse para volver a caer
El traspaso a los Celtics, que le firmaron por el máximo (127 millones en cuatro años) tuvo el mal comienzo que todos conocemos. Una rotura que dejaba a un jugador que venía de ser All Star y de meter 40 puntos a los Clippers en el tercer partido de la primera ronda de los playoffs. Un palo del que tardaría todo un año en recuperarse antes de regresar la campaña pasada para adoptar un rol secundario y sumarse a Kyrie en un proyecto que pudo ser y no estuvo ni cerca de ser. El big three que teóricamente iba a formar con el base y Horford se diluía en un verano en el que Irving ponía rumbo a Brooklyn y el pívot a los Sixers dejando a la franquicia más ganadora de la historia de la NBA parada en un proyecto que nadie sabía como volver a poner en marcha.
Nadie excepto Stevens. El técnico dio sus primeras muestras de debilidad el año pasado, cuando no supo gestionar una plantilla sin química y los egos de los jugadores jóvenes, celosos por el balón que asumía Kyrie y la atención que su mentor prestaba a la recuperación del alero. Sin embargo, no podemos olvidarnos de que Stevens es Stevens y que antes del fracaso de la campaña pasada era considerado el genio que iba a heredar a Popovich. Todavía queda para eso, pero los Celtics llevan un récord de 7-1 y suma siete victorias consecutivas tras caer en el partido inicial. Curiosamente igual que los Lakers ese eterno rival que en la última década a saboreado el éxito tanto como ellos.
En esa racha Hayward estaba en 20 puntos, 9 rebotes y más de 4 asistencias recordando al jugador que llegó a ser All Star en los Jazz. Estaba siendo para muchos el mejor del equipo y estaba liderando a los Celtics en pista. Su lesión ante los Spurs, partido en el que sumaba 9 puntos en apenas 15 minutos y un +15 con él en pista es una catástrofe no para el equipo (que sufrirá a buen seguro su pérdida) sino para él, que empezaba a asomar la cabeza y a volver a mostrar su mejor versión antes de volver a caer.