«Desde el primer momento que la vi sonreír me pareció una niña que era pura luz. Nunca la he visto como una persona con una discapacidad, a pesar de que ve sólo un 10%. Lo que hice fue ayudarla a desarrollar sus capacidades, que son muchas, y conseguir que explotase al máximo sus talentos. Para mí, Adiaratou ha sido el mejor regalo que me ha dado la vida», cuenta María Lina Iglesias, la madre adoptiva de la atleta paralímpica.
Esta gallega, maestra de maestros en la Universidad, la acogió cuando Adi, como la conocen sus allegados, tenía 14 años -ahora tiene 20- y el mismo día que se conocieron le dijo: ‘¿Te imaginas poder ir algún día a unos Mundiales o a unos Juegos Paralímpicos?’. Adiaratou, nacida en Mali, no sabía entonces nada del mundo paralímpico. Ese día ha llegado. Adi debuta en Dubai en su primer Mundial, donde competirá en las pruebas de 100, 200 y relevo universal del 10 al 14 de este mes. Además, ya tiene la mínima para Tokio 2020.ADVERTISING
Adiaratou ha sido el mejor regalo que me ha dado la vida»
María Lina Iglesias, madre adoptiva de Adiaratou
«Realmente la visualicé así, en competición. Tenía cuerpo de atleta pero a ella no le gustaba y le costaba creer en sí misma«, reconoce Lina. Por eso no paraba de decirle cosas positivas sobre su cuerpo. A Adiaratou no le gustaban ni sus brazos ni sus piernas y, a veces, su madre la ponía delante de un espejo para que viese que tenía «un cuerpazo por naturaleza, mientras otras se tienen que machacar en el gimnasio para conseguirlo». «Ahora ya se pone pantalones cortos, pero al principio siempre iba vestida tapada hasta el cuello«, recuerda su madre.
Ser albina en Mali
Lo que sí le gustaba era el atletismo, a pesar de que en su país de origen nunca pudo practicarlo. Lo descubrió un día por televisión cuando tenía 7 u 8 años. «Vi un Campeonato en el que corrían por una pista y pensé que quería hacer eso, pero en Mali sabía que no lo iba a conseguir en la vida porque era albina y mujer», rememora Adiaratou.
Vi un Campeonato en el que corrían por una pista y pensé que quería hacer eso, pero en Mali sabía que no lo iba a conseguir en la vida porque era albina y mujer»
Adiaratou Iglesias
Allí consideran que los albinos dan mala suerte. «A mí nunca me pasó nada, no me persiguieron, pero nunca salía de mi barrio. Mis padres no me dejaban porque era peligroso. Yo sabía que una vez al año había personas que salían a perseguir albinos para matarles o cortarles un miembro del cuerpo y tenerlo como amuleto de buena suerte. En Mali creen que vivos no damos buena suerte, pero sí muertos», cuenta la atleta
Para evitar el peligro, la enviaron a España, donde vivía uno de sus hermanos. Tenía 11 años y tuvo que dejar todo atrás. «No salió bien lo de mis familiares en Logroño, así que me fui a un Centro de menores, donde conocí a mi madre adoptiva. Meses después me fui a vivir a Lugo con ella», explica.
En Mali creen que los albinos vivos no damos buena suerte, pero sí muertos»
Adiaratou Iglesias
Como le había contado a Lina que le gustaba mucho el atletismo, ésta se había encargado de buscarle un club en Lugo para que lo practicase. «Adi tiene todos los elementos de una campeona: perseverancia, mucha fuerza de voluntad, es disciplinada y controla muy bien sus emociones», dice su madre orgullosa.
Adi tiene todos los elementos de una campeona: perseverancia, mucha fuerza de voluntad, es disciplinada y controla muy bien sus emociones»
María Lina Iglesias
Campeona absoluta gallega en 100 y 200 metros
El pasado verano, Adiaratou se convirtió en doble campeona absoluta de atletismo en Galicia en 100 y 200 metros frente a atletas sin discapacidad. «Mi objetivo era quedar la primera en el 200 para que la Federación Gallega me llevase a las competiciones. Me hacía mucha ilusión. Lo conseguí y fue una experiencia muy bonita», recuerda.
No pudo ir al Europeo paralímpico de Berlín el año pasado porque los papeles de su nacionalización no llegaron a tiempo. Ahora, en Dubai, su objetivo lo tiene claro: «Es entrar en la final y una vez allí, darlo todo». Este año ha conseguido todo lo que se ha propuesto. Para ello se entrena cinco días a la semana. Seis si el sábado no hay competición. A pesar de tener sólo un 10% de visión -un 18% con gafas- compite sin guía. En su categoría, B2, es opcional. Ella prefiere correr sola «porque tener un guía sería un obstáculo para cuando compito con gente sin discapacidad», dice. «Me manejo bien. Cuando voy corriendo por mi calle controlo porque lo tengo interiorizado. Lo que no hago es meter pecho cuando llego a la meta porque no la veo«, explica.