Y si a Luis David le preguntan qué es lo que más le gusta de esas competencias, responde que las fotos y corre a buscar su cuenta en Instagram para mostrarlas. La parálisis cerebral con la que este joven de 17 años convive desde que tenía 6 meses no le permite moverse con desenvoltura, por eso presiona con un solo dedo cada letra y símbolo en la pantalla. Su mente funciona a la perfección, pero su cuerpo no responde a algunos estímulos del cerebro.
Una de las primeras fotos de su cuenta muestra un libro de pasta azul con una imagen peculiar. Vestido con un yérsey de licra, un hombre pedalea su bicicleta, que está enganchada a una silla de ruedas en la que va un niño.
Podría tratarse de Dick Hoyt, el estadounidense que corría maratones empujando la silla de su hijo Rick, con quien en 1977 formó el Team Hoyt, que hace seis años inspiró la película francesa ‘Con todas nuestras fuerzas. Pero no, los protagonistas de esta foto son Luis David y su padre, Óscar Caro, en medio de uno de sus rutinarios entrenamientos en la vía que de Barranquilla conduce a Puerto Velero.
Como esta imagen tienen cientos. Han recorrido más de 500 kilómetros en competencias nacionales e internacionales en las que, además de halar la silla con su bicicleta, Óscar nada mientras arrastra un bote en el que va su hijo, o corre mientras empuja una silla adaptada para él.
También hay fotos de Luis David tocando violonchelo, flotando en una piscina, ejercitándose en el gimnasio y comiendo pizza hawaiana. A pesar de su condición de discapacidad, su familia, su colegio y él mismo han trabajado para que pueda vivir como cualquier otro niño.
Hace cosas, de hecho, que otros muchachos no, como hablar a la perfección tres idiomas y aprender, por su cuenta, los rudimentos de la lengua que se habla en el próximo destino de competición. “Él es una cajita de sorpresas”, comenta Óscar.
Entre esas sorpresas también estuvo el deseo de aprender a nadar, que ya satisfizo. O uno más viejo, de 2016, cuando uno de sus tíos, apasionado del deporte, le habló del Team Hoyt, la inspiración para convencer a su papá de comenzar a correr maratones juntos.
Ese sueño, que suponía que un padre sedentario se convirtiera en atleta de alto rendimiento, tampoco tardó en cumplirse.
No importa si nos demoramos cinco horas, el único objetivo es cruzar la meta.
Arrancaron con los diez kilómetros de la categoría recreativa de la Media Maratón de Bogotá, el 29 de julio de 2012, y desde entonces han pasado por las de Medellín, Barranquilla, Miami y Fort Lauderdale, así como por triatlones en Santa Marta, Paipa, San Andrés, Puerto Velero, entre otras competencias.
Su meta nunca es ganar, solo cruzar la meta, y lo han conseguido todas las veces. Incluso en las pruebas de 42 kilómetros. “En una media maratón, en la que el tiempo promedio de recorrido es de dos horas, nosotros podemos demorar cinco, pero el objetivo es solo ese: cruzar la meta”, cuenta Óscar.
Pese a eso, Luis David es un competidor exigente: “A veces mi papá es muy lento”, sentencia con una sonrisa burlona que suele dibujarse en su rostro en medio de sus historias. Como cuando señala que le divierte que su papá camine “como un pato”, o que prefiere que lo vista su mamá. “Mi papá no me viste, me disfraza”, asegura mientras carcajea.La mujer que superó cuatro veces el cáncerEl nuevo reto del deportista que vendió su prótesis para ser ciclista
Es, definitivamente, una cajita de sorpresas, y lo confirma, de nuevo, cuando comienza a pronunciar saludos y números en la lengua nativa de Croacia, el país europeo en el que compitieron el 13 de octubre. Allí, la presencia del Team Caro Wagner causó tanto revuelo que hasta Kolinda Grabar-Kitarovic, presidenta de la República, los citó en su oficina para conocerlos.
A donde van es igual. La mayoría de los organizadores de maratones no saben en qué categoría incluirlos ni qué medidas de seguridad tomar, pero cada vez son más reconocidos entre los atletas. Y no es para menos. En la actualidad, son probablemente el único equipo conformado por un padre y un hijo en condición de discapacidad que hacen juntos todo el recorrido, como hasta hace cinco años lo hacía el Team Hoyt.
“Existe una categoría de silla de ruedas, pero lo que hemos visto en Estados Unidos, donde tienen mucha experiencia, es que salen grupos de cinco o seis personas y llevan un niño por turnos. En Zagreb (Croacia), nunca habían tenido un equipo como nosotros”, explica Óscar.
También será la primera vez que el Maratón de Fráncfort (Alemania) –el próximo reto de los Caro Wagner– reciba a un equipo de esas características. Esos 42 kilómetros los correrán este 27 de octubre, mientras en Colombia se votan las elecciones regionales.
Óscar no espera mucho de la política. “Si para un deportista profesional es difícil conseguir ayuda, ni imaginarse lo que es para nosotros, que no somos nada. Muchos aún no han entendido lo que estamos haciendo y por eso desde el comienzo ha sido una lucha”, lamenta.
Esa lucha comienza por conseguir el dinero para las competencias. En esas cuentas entran uniformes, equipos, hospedaje, comidas y transporte, que, además de los pasajes, incluye el recargo por llevar las sillas de ruedas (la de traslados, la de correr y la de halar) y, cuando van a triatlones, también bicicleta y bote. Según cuenta Óscar, “un viaje de una semana vale por lo menos $ 10 millones, entonces hay que buscar patrocinios, tocar puertas, que no es una tarea fácil”.
Pero también es una lucha por las dificultades de acceso a la salud para Luis David. De acuerdo con su padre, no puede tener medicina prepagada, porque ninguna empresa lo recibe, por su discapacidad. “Entonces tenemos que atenernos a la aseguradora, a la EPS. Uno ya sabe que si él se enferma es un caos. Todo eso, el no poder cumplir con todos sus requerimientos porque no hay los recursos suficientes, genera impotencia”, subraya.
Para un padre como él, que reinventó su vida para seguir el sueño de su hijo, esos requerimientos son casi mandatos. Por eso, dice, “necesita un polo a tierra”, que es su esposa, Karyn Wagner. Ella es la encargada de apoyarlos en sus aventuras y aterrizarlos en sus planes, de pensar en lo que implica cada viaje antes de dejarse llevar por la emoción. “Si no fuera por ella, buscaríamos una carrera cada fin de semana”, dice Óscar, entre risas. Y agrega que “ella es la que nos organiza, la que nos ordena, la metódica y disciplinada. Como dicen: ‘la mitad de la naranja’. Es el otro 50 por ciento”.
Que un niño tenga una discapacidad no lo hace un monstruo.
Lo ha sido desde el día en que comenzó la parálisis cerebral de Luis David, cuando era apenas un bebé, y lo sigue siendo ahora. Ese momento, el de asimilar la discapacidad, ha sido el más duro para esta valduparense de origen alemán y su esposo bogotano.
Los Caro Wagner hospitalizaron a su hijo por una gripa que se transformó en bronquiolitis y, luego, en una neumonía que lo llevó al paro cardiorrespiratorio que lo mantuvo casi cuatro meses en cuidados intensivos. Salieron del centro médico pensando que llevaban al mismo bebé “muy gordito y muy lindo” que ingresó, pero con el tiempo fueron descubriendo que algo no marchaba bien. Pasó casi un año para que confirmaran que Luis David tenía parálisis cerebral, y muchos para que lo aceptaran.
“Fue toda una etapa. Pasaron cerca de seis años de lucha, de no entender, de buscar soluciones a algo que no se iba a solucionar, de ir contra la corriente”, recuerda Óscar.
Dolor. Tristeza. Negación. Eso experimentaron a diario, hasta que un día entendieron que había que “cambiar el chip y empezar a buscar lo bueno de la situación”. Ahora, Óscar asegura que Luis David es lo mejor que pudo llegar a su familia: “Él nos ha cambiado la vida por completo. El hecho de que un niño tenga una discapacidad no significa que sea un monstruo. Tenemos que aprender a divertirnos con ellos. Muchas veces uno amanece cansado, aburrido, pero él siempre está feliz y dispuesto para lo que sea. Eso, como padre, te motiva muchísimo”, apunta Óscar.
Y sabiendo la dificultad de procesos como aceptar la discapacidad y encontrar atención médica para niños con parálisis cerebral, Óscar y Karyn decidieron darles una mano a familias como la suya a través de la fundación y centro de rehabilitación Luis David Caro Wagner.
Ese proyecto, que comenzó en 2010, cuenta con el apoyo del Instituto Roosevelt de Bogotá. Cada mes atienden a más de 120 niños con parálisis cerebral, distrofias, atrofias y retraso psicomotor. Además, capacitan a sus padres y les ayudan a cerrar esos ciclos y construir de la mano de sus hijos.
Pero esa no es la única iniciativa que esta familia ha emprendido para ayudar a superar la discapacidad y buscar su lado positivo. Además de la fundación y la consolidación del Team Caro Wagner, hace un año empezaron a escribir un libro que relata todo lo que ha significado la llegada de Luis David a su vida.
Si para mi hijo no hay límites, para mí tampoco
“Creemos que, así como hemos sido motivadores para deportistas, podemos ser motivadores para papás que están en la misma situación que nosotros”, dice Óscar.
Las 178 páginas que conforman cada ejemplar, que además está ilustrado con dibujos hechos por Luis David, narran en profundidad lo que hay detrás del cruce de meta del Team Caro Wagner. En palabras de Óscar: “Los que nos conocen lo han hecho en carrera, pero ellos no saben el equipaje que cargamos, la logística que necesitamos, cómo cuidamos a Luis David, por qué él está como está. Ellos nos ven en la línea de partida y en la llegada, pero no saben qué hay antes y después. Eso es lo que cuenta el libro, la historia de vida, de familia”.
Es una historia que sigue escribiéndose. Este 27 de octubre corren la Maratón de Fráncfort, la más importante en la que hayan participado hasta ahora. Pero su objetivo principal es el Triatlón Ironman, en el que solo podrán participar cuando Luis David sea mayor de edad.
Después del Ironman, piensan volver a las carreras cortas que les abrieron las puertas cuando apenas estaban empezando. O quizá sigan con las grandes, pues la decisión está en manos de Luis David. Como afirma Óscar: «si para mi hijo no hay límites, para mí tampoco».