“La de vueltas que da la vida pero qué bonita es, aunque a veces sea tan dura. La vida es muy hermosa y hay que vivirla”. Esta reflexión, que en boca de cualquier persona sonaría a tópico, adquiere otra dimensión naciendo de quien la hace: un joven deportista de Chiclana de la Frontera (Cádiz), que desde los 13 años está en silla de ruedas y ahora lucha por su gran sueño de participar en las Paralimpiadas de Tokio 2020.
José Manuel Quintero, 20 años, transmite una madurez impropia de los chavales de su edad, marcada indudablemente por una dura experiencia. Todo comenzó, como no para de recalcar durante la charla con NIUS, mientras se entregaba al deporte, “mi gran pasión”.
Un día que nunca olvidará
“Haciendo abdominales en el colegio me hice daño en el coxis. Era muy brutito y me puse a hacer abdominales como un loco”. Acudió a un especialista y se sometió a una resonancia magnética: le detectaron una mancha en la espalda. Los médicos pensaron que sería un tumor benigno. “Como se trataba, según ellos, de una operación sencilla, mis padres y yo les hicimos caso y fuimos a quirófano. Pero aquella operación ni fue tan simple ni tan sencilla como nos pintaron”. Ni salió bien. “Me provocaron una lesión medular. Fue el viernes 10 de julio del 2012, en el Hospital Puerta del Mar de Cádiz”, narra con asombrosa tranquilidad.
La crudeza de aquellos fatídicos momentos se multiplica cuando, horas después, José Manuel recibe una visita en la UCI: “Un médico vino a reconocerme. Vio que no movía las piernas, que no movía nada, que no sentía nada. Palabras textuales, me dijo: ‘si en 72 horas no mueves las piernas, estás en silla de ruedas toda tu vida’.
Así, sin más. Entré en el hospital saltando y salí parapléjico”.Sus padres, Ana y José Manuel, denunciaron al Puerta del Mar por negligencia médica y, siete años después, continúa sin celebrarse juicio alguno. “Es indignante. Por ahora no se acepta que hubo una negligencia, ni tampoco me han dado ningún tipo de indemnización económica. Pero seguimos para adelante, el proceso sigue su curso”, explica el atleta.
Casi sin tiempo que perder, la familia puso rumbo al Hospital Nacional de Parapléjicos. Su padre no dudó un segundo en dejar su trabajo como carpintero para luchar junto a Ana y, sobre todo, junto a su hijo.
En el Hospital de Parapléjicos de Toledo me enseñaron a vivir una nueva vida y a convivir con una silla de ruedas».
“En Toledo estuve un largo año porque de la operación salí muy debilitado. No tenía fuerzas por muy deportista que hubiera sido antes. Allí me enseñaron a vivir una nueva vida y a convivir con una silla de ruedas. Pero allí también hubo un momento que me marcó para siempre. Fue cuando la médica me comunica que me daba el alta. Me debía ir a casa porque ya no me podía recuperar más. Aquello fue incluso más duro que cuando en la UCI del Puerta del Mar me dijeron que era probable que no volviera a andar”.Nunca le faltó el aliento de sus padres, de su hermana Ana Isabel, de sus familiares, de sus amigos… Entre todos le hicieron salir del túnel, pese a las muchas reacciones negativas que encontró en los primeros momentos.
“Era la hora de adaptarme a un mundo que no estaba adaptado para mí, y también a personas que no están preparadas para verte en silla de ruedas. Ahora me río, pero al principio me cabreaba por las reacciones que veía. Comentarios desafortunados, muchos. En cuanto llegué a casa, una vecina me dijo ‘ay qué pena, tan joven’”. “Ahora me dicen eso y me hace hasta gracia porque soy feliz y hago todo lo que me propongo”, afirma elevando su tono de voz, contundente.
Moreno Periñán, su referente
José Manuel Quintero encontró en el deporte el camino para recuperar la sonrisa. Y a fe que lo consiguió. La vitalidad y alegría que transmite en la conversación es desbordante, tanto como sus ganas de superarse. Aparecieron nombres importantes para él, referentes como Javier Gómez Noya o Mario Mola. Aunque hay uno imprescindible: José Manuel Moreno Periñán, también chiclanero como él.
“Ratón (como es conocido el ciclista) es como si fuese mi segundo padre. Es un ídolo, quiero llegar a ser como él. Cuando empecé a hacer triatlón me puse en contacto con él y me ayudó a abrirme puertas de patrocinadores, me dio consejos”.
Se le acaban los elogios a Quintero para hablar de quien, entre otros muchos y brillantes logros, se colgó un inolvidable oro olímpico en Barcelona’92.
Moreno Periñán, también en conversación con NIUS, está asombrado con su pupilo: “no sabemos dónde tiene el techo este chico. No sólo en el deporte, también en la vida”. “Cuando ves su afán de lucha te quedas diciendo… ‘esto no es normal’. Yo lo pongo mucho de ejemplo para otros niños. Tiene un espíritu de superación muy grande. Y encima es un encanto de persona, siempre está preocupándose por los demás. Para la edad que tiene es un niño muy maduro”, comenta emocionado.
Como su gran ídolo, José Manuel Quintero aspira a clasificarse para una cita olímpica, a la que opta en las modalidades de triatlón y de atletismo. Su primer objetivo está muy cercano, las Paralimpiadas de Tokio 2020. Su currículum más reciente así lo dice: campeón nacional de paratriatlón o de atletismo por clubes (100, 200 y 400 metros), subcampeón mundial de Acuatlón o campeón del mundo de Duatlón.
Pero tiene muy claro que debe descartar una de las dos disciplinas pronto “para especializarme y dedicarme a una sola”. El joven gaditano nos comenta en primicia que “hace pocos días mi dieron la noticia de que estoy convocado para el Campeonato del Mundo de Atletismo en Dubai, que será en noviembre”. “Este verano le he dedicado mucho más tiempo al atletismo, y según lo que ocurra en el Mundial tomaré una decisión”.
Mi bicicleta para competir tiene un valor cercano a los 20.000 euros. Imagínate lo que supone eso para una familia humilde”Las dificultades no sólo se le presentan a José Manuel en lo físico, también en lo económico. Por suerte, cuenta con muchos patrocinadores, con el apoyo de las Federaciones y con el del Ayuntamiento de Chiclana para usar sus instalaciones para entrenarse. Pero tiene un gran hándicap: “Mi bicicleta para competir tiene un valor cercano a los 20.000 euros. Imagínate lo que supone eso para una familia humilde”.
En cualquier caso, tampoco se trata de un obstáculo para quien se enfrenta a la vida con ganas de comérsela. Ahora, centrado en alcanzar la meta de las Olimpiadas, no echa de menos ni las fiestas con sus amigos ni se le hace pesado entrenar siete días a la semana. Es José Manuel Quintero, un joven andaluz convertido en un ejemplo de superación.