Llegó prácticamente sin vida al hospital Padilla. Había sufrido un accidente automovilístico, y su pierna izquierda había quedado seriamente comprometida. Debido a la abundante pérdida, prácticamente no registraba presión sanguínea. Los médicos no anduvieron con vueltas. Le dijeron a su papá que si no amputaban la parte inferior de la pierna no podían asegurarle que sobreviva.
A Raúl Montenegro tal sentencia le dolió como un mazazo. No sabía qué hacer. Su hijo Maximiliano se debatía entre la vida y la muerte en la unidad de terapia intensiva. Por la cabeza de Raúl habrá pasado cada tarde en la que su hijo era feliz jugando al fútbol en las inferiores de Almirante Brown, en Lules. Quiso oír otra opinión, llevarlo a un sanatorio. Pero los médicos una vez más fueron directos: ni todo el dinero del mundo podía salvar la pierna; pero la amputación podía salvarle la vida. Horas después, su hijo ingresó al quirófano.
Por entonces “Maxi” tenía 18 años. Hoy, con 32, continúa jugando al fútbol: es una de las figuras de los “Leones”, la selección tucumana de Amputados. “Era 100% deportista. El primer año fue complicado, asumirlo, adaptarme, superarlo. Pero siempre estuvieron mi familia -mi papá; mi mamá, Nora; mi señora Agustina (casado desde el 2016) mi hermano, Gabriel– y mis amigos”, contó.
A lo largo de los casi 15 años que pasaron desde su amputación usó varias prótesis. Desde hace tres años tiene una traída de Alemania. “Me la saco para ducharme y para dormir. Tuve muchas, que se fueron desgastando. Tengo una para la pileta, otra para hacer mountain bike y atletismo. Siempre hice deportes: fútbol, básquet convencional y en silla de ruedas. Son mi cable a tierra”, señaló.
Pero el fútbol siempre fue lo que más le gustó. Desde los 16 años, hasta que se accidentó jugó en las inferiores del “Marino”. “Correr detrás de una pelota es único. Hace tres meses utilizo los bastones para jugar; y es más complicado. Hasta ese momento jugaba con la prótesis, pero decidí usar bastones para competir de igual a igual con personas en mi misma condición. Es mucho más exigente, usás muchos músculos que ni sabías que tenías. Hay que coordinar la corrida, la pegada, sin pegarle a los bastones”, dijo el volante ofensivo.
Hace tres meses llegó a la selección tucumana. El grupo, organizado tiempo atrás por Hernán Córdoba -falleció en marzo- es dirigido por Claudio Varela, con la colaboración del kinesiólogo Carlos Tula. Los “Leones”, único equipo de amputados de la provincia, entrenan los martes y los viernes, de 16 a 18, en el complejo Tercer Centenario (parque 9 de Julio). “Somos unas verdaderas fieras. Los otros ocho seleccionados del país también tienen apodo de animales. En septiembre, en cancha de Bella Vista, jugamos ante el seleccionado de Chaco por un lugar en las semifinales”, contó Maximiliano.
El arquero aprendiz
Julio Toribio Rodríguez tenía 14 años cuando perdió su mano derecha en la carnicería familiar, en Juan Bautista Alberdi. Aunque tampoco le resultó fácil salir adelante, logró sobreponerse. Hoy, con 41 años, es el arquero de los “Leones”. Hace un año que está en el equipo. “Cuando comenzamos éramos cuatro; luego se fueron agregando más chicos. Es muy lindo lo que estamos viviendo con la participación en una Liga nacional, en la cual nos esta yendo bien. Es nuestra primera experiencia”, indicó Julio. Y alabó a “Maxi”: “es un ‘crack’; va a dar qué hablar”. Al igual que su compañero, disfruta del fútbol desde siempre. “Los ‘Leones’ significa todo para mí. Es algo nuevo para nosotros; volver al deporte. Yo era jugador de fútbol, jugaba de enganche, por izquierda -aún lo hago, en la liga de barrios, en Alberdi-; pero ahora atajo. Nunca había ido al arco, pero tengo dos tíos y un primo que son arqueros, y me están enseñando algo”, señaló.