Charlyn Corral, del Levante, protagonista de una historia de superación y lucha contra la adversidad muy aleccionadora.
Pero antes de hablar de ella conviene visitar la cara oculta de la luna para no caer en la complacencia. A pesar de la eclosión de la Liga Iberdrola, del interés que despiertan los partidos televisados, de la creciente profesionalización, del despegue técnico de las deportistas y de las campeonas que compiten en España, extranjeras o no, este fútbol aún es semiclandestino. Salvo duelos de la máxima rivalidad (el Barça-Atlético reunió en un día lluvioso y desapacible a 4.600 personas en el Miniestadi), la afluencia a los partidos normales generalmente no llega a 500 personas.
Esa fue la asistencia al Levante-Sevilla de la penúltima jornada de Liga. Más o menos, la misma cifra congregó el Barcelona-Granadilla del domingo en la ciudad deportiva de Sant
Joan Despí. La mayoría de los espectadores se conocían y estaban en familia. Prueba de ello es lo que pasó cuando la portera titular azulgrana, Sandra Paños, salió a calentar con la suplente, Pamela Tajonar. En la grada estaba Cris, que va a todos los partidos y desplazamientos del Barça, incluidos los de Europa. La j ugadora 12 comenzó a cantar el cumpleaños feliz: Pamela cumplía 34.
El día que los amantes del balón descubran a estas futbolistas sabrán lo que se están perdiendo. Hasta entonces sólo un puñado de sibaritas, como la propia Cris, pueden y quieren disfrutar en directo de auténticas leyendas como Charlyn Corral, de 27 años.
Niña prodigio del fútbol (así la reconoció la FIFA en el 2006), debutó con la selección absoluta mexicana con sólo 13 años. Ha participado en tres Mundiales sub-20 y en uno absoluto. Desde que llegó al Levante, en el 2015, esta mexicana del municipio de Ecatepec –cerca de Ciudad de México, en una de las zonas con mayor índice de pobreza del país– ha marcado más de 20 goles por temporada. El año pasado, con 24, ganó el trofeo Pichichi y se convirtió en la máxima anotadora histórica de su club (por delante de los 64 tantos de Laura del Río).
En el caso de Charlyn Corral, además, tiene un doble mérito. Con seis meses tuvo que someterse a una traqueotomía a vida o muerte a resultas de una endoscopia mal realizada. Todavía hoy se aprecian las señales de la intervención en su tráquea. Era un bebé y, por supuesto, la cicatriz es su único recuerdo. Pero sí tiene muy presente otra pesadilla que estuvo a punto de retirarla del fútbol. Gracias a una beca de la Universidad de Louisville, en Kentucky, emigró a Estados Unidos en el 2011. No sabía inglés. Tres años después se diplomó con honores en ciencias y administración del deporte.
Mientras estudiaba en EE.UU., le diagnosticaron una extraña enfermedad neuromuscular y la tuvieron que operar de las dos piernas. Perdió parte de los gemelos, pasó más de dos semanas en silla de ruedas y tuvo que andar casi cinco meses con muletas. Pensó que el deporte se había acabado para ella, pero entonces se acordó de su hermano, George Ulises Corral, un año mayor que ella y que juega en el Querétaro de la Primera División mexicana. Lo adora, aunque le dolió que él pudiera ir a un centro de alto rendimiento cuando comenzó a despuntar y ella no. En aquella época no soñaba con ser profesional, sólo quería entrenarse y jugar. Y no la admitieron porque era una niña. Pero si eso no frenó su pasión por el balón, tampoco lo haría una operación.