Cristina Rubio nació con una cardiopatía congénita y con un año y tres meses entró a uno de los quirófanos del Hospital 12 de Octubre para ser operada de esta dolencia. «Hubo una negligencia. El médico se equivocó y me dejó sin movilidad en las piernas», recuerda. Y aunque le cambió la vida para siempre, no le guarda rencor. Ni siquiera recuerda su nombre. «No le guardo rencor porque el camino que ha llevado la vida me ha llevado a ser como soy hoy. Y soy muy feliz»
En el Hospital de Parapléjicos, donde pasó varias estancias hasta los 19 años, conoció los deportes adaptados para las personas con silla de ruedas. Ella se decantó, como la mayoría, por el baloncesto. «Pero lo dejé porque no puedo practicar deportes que requieran un gran esfuerzo físico por mi cardiopatía congénita», explica. El tenis no le gustaba demasiado y un día lo probó gracias a Gema Hassen-Bey.
Jugaba con sus amigos hasta que hace dos años y medio, esta madrileña afincada en Carmona (Sevilla) se apuntó a un club de tenis de mesa. Compite con el CTM Belcon Jerez y todas las semanas se desplaza los martes allí para entrenar. «Es difícil encontrar instalaciones deportivas adaptadas», explica. Por eso y porque siempre le ha gustado el deporte, tras estudiar un Máster de organización de eventos deportivos, ha creado su propio club deportivo inclusivo. El gimnasio Elite Fitness de Carmona les cede sus instalaciones y ha empezado a impartir allí clases. Entrena a dos chicas en silla.
Como dice mi amiga Gema Hassen-Bey, «es increíble que el hombre llegue a la luna y a nosotros nos cueste ir a comprar el pan», dice a la hora de hablar de las barreras. «El deporte ayuda mucho, te hace olvidar los problemas y gracia a él te das cuenta de que hay un mundo ahí fuera y que puedes hacer cualquier cosa, sólo hay que proponérselo y luchar por ello», agrega convencida.
Y ella ha decidido luchar por hacerse un hueco en el tenis de mesa. Es la única mujer española que compite en silla, por eso en nuestro país se ve obligada a competir en eventos mixtos. Este año ganó a los hombres el Campeonato de Andalucía. «Y eso que era la única en la quiniela», dice riendo. «Iba muy bien preparada mentalmente. Tengo miedo escénico pero ese día creí en mí», reconoce.
En su segunda competición internacional, tras el Open de Barcelona disputado en junio, subió a lo más alto del podio junto a Aleksandra Vasileva en la prueba por equipos. Hacía más de dos décadas que no había presea dorada en una prueba femenina. «No lo esperaba, fue una sorpresa», dice con humildad. «No era consciente de que estaba haciendo historia», agrega.
Y quiere seguir haciéndolo. Tokio 2020 queda demasidado cerca pero sueña a largo plazo. «Mi objetivo es París 2024».
Hasta entonces seguirá entrenando duro y mostrando su lado más divertido en su canal de Youtube. Se llama Smile. No puede haber mejor nombre para esta guerrera.