Cleantone, Karanja y George acaban de llegar a la cancha de baloncesto donde entrenan y ya están comprobando la presión de sus sillas de ruedas. En vez de coger un balón, se ponen los guantes de boxeo y comienzan a entrenar con la esperanza de representar a Kenia en las próximos Juegos Paralímpicos.
El “paraboxeo”, es decir, el boxeo practicado por personas con discapacidad, en realidad “no se diferencia tanto” de su versión original, explica a EFE el entrenador keniano Daniel Oyombe.
“La única diferencia es que están sentados”, insiste quien hasta 1993 fue boxeador profesional y que ahora entrena al primer equipo de paraboxeo de Kenia, el Westie Paraboxing Club de Nairobi, integrado por seis personas.
A falta de un cuadrilátero adaptado a sus sillas de ruedas, estos kenianos boxean en una cancha de baloncesto de la Asociación Cristiana de Jóvenes (YMCA), organización que hace más de cien años fundó el baloncesto, como una metáfora de que un nuevo deporte puede popularizarse en Kenia.
Entrenan pronto por la mañana, antes de ir a trabajar, dos veces por semana.
En el equipo también hay una mujer, pero hoy una huelga de “matatus” (los minibuses coloridos que conforman el transporte colectivo en Nairobi) le ha impedido hacer los 30 kilómetros que separan su casa de este polideportivo en el centro de la ciudad.
Sus cuatro compañeros, que sí han acudido, se impulsan con la fuerzas de sus brazos de un lado a otro de la pista para calentar, y luego se atan a unas desgastadas espalderas, con varias barras rotas para empezar a practicar golpes directos, ganchos y todo tipo de puñetazos.
En el paraboxeo se practica unido con velcros a la silla del contrincante, lo que hace que la defensa sea más importante que el ataque.
“Es mi amigo, pero cuando peleamos tiene que parecer real, como si nos odiásemos”, bromea Cleantone Werema, miembro del equipo y director de la Kenyan Paraboxing Club, la Selección de Paraboxeo keniana.
Werema, de 57 años, trabaja en una imprenta y su compañero, Austin Kamau, que se ha incorporado más tarde al entrenamiento, además de ser el capitán del Westie es vendedor ambulante en el centro de Nairobi.
“Hay muchos ladrones y carteristas y si te ven flojo…¡Puedes volver a casa hasta desnudo!”, describe Kamau, pese a que parezca difícil creer que con su aspecto de persona dura y robusta alguien se atreva a increparle.
Llevan dos años entrenando y, algún día, esperan que la modalidad de paraboxeo sea uno de los deportes que compitan en los Juegos Paralímpicos.
Otro de sus anhelos es popularizar el deporte en todo el país, y para ello, realizan giras por diferentes condados de Kenia con el fin de demostrar que esa actividad puede ser una vía más para luchar contra la exclusión social.
En algunos casos, los padres creen que sus hijos con discapacidad están embrujados y que los tienen que aislar por su bien y el del resto.
“Algunas familias dejan a sus niños en casa y, de esta forma, les enseñamos que pueden salir”, dice Werema.
Tanto Werema y Kamau como su compañero de equipo, Duncan Karanja, padecieron polio de muy pequeños, enfermedad vírica muy contagiosa que invade el sistema nervioso y puede causar parálisis.
Una dolencia incurable pero prevenible con una simple vacuna a la que ninguno de ellos tuvo acceso, por lo que Werema también dedica parte de su tiempo a concienciar sobre este mal e intenta que las familias vacunen a sus hijos.
Oyombe, de 58 años, los entrena como si fueran profesionales, sin hacer distinciones entre este equipo y otro de boxeadores sin discapacidad que también lidera.
Su hermano, que fue quien le enseñó a boxear, también tuvo polio y, por eso, sabe que “no hay una gran diferencia” entre estas dos formas de practicar boxeo.
Al acabar el entrenamiento devuelven las sillas de ruedas, ya que pertenecen al equipo de baloncesto.
Werema se pone entonces su prótesis y George Otito, al que un cáncer le arrebató la pierna, coge sus muletas, y parten camino al trabajo
“Todos somos trabajadores por cuenta propia. Tenemos que trabajar para poner un pan en la mesa”, resume Werema, sin renunciar al sueño de, algún día, luchar sobre ruedas en un cuadrilátero olímpico.