La lesión isquiotibial es una lesión muy frecuente entre los deportistas de deportes de salto y carrera, “especialmente cuando los cambios de ritmo y de sentido forman parte habitual de los gestos técnicos”, informa a CuídatePlus Luis Til Pérez, traumatólogo y médico deportivo de la Sociedad Española de Traumatología del Deporte (Setrade).
“Aquellos que practican fútbol, baloncesto y rugby, por ejemplo, tienen más riesgo de padecer esta lesión porque son deportes con predominio del tren inferior y en los que, además, se produce un sobreuso de una pierna por encima de la otra”, añade Miguel García, fisioterapeuta deportivo en el centro deportivo T-Center. Por el contrario, «es poco frecuente en los adolescentes y en los adultos jóvenes”, destaca Til Pérez.
Esta lesión se produce normalmente “por un exceso de tensión o estiramiento de uno de los músculos o del grupo muscular que forman el isquiotibial”, explica García. “Éste es el grupo muscular de la cara posterior superficial de la pierna, situado más o menos en la pantorrilla”, indica Til Pérez.
Los gemelos y el plantar delgado “se originan proximalmente en el fémur distal y el sóleo en una aponeurosis entre la tibia y el peroné proximal”, añade el traumatólogo.
Distalmente “se unen al calcáneo a través del potente tendón de Aquiles y su función es la flexión plantar o extensión del pie y la elevación del talón en la bipedestación”. Todo esto forma un grupo muscular “potente y vital para caminar, correr y saltar”, además, “mantiene el tono durante la bipedestación, para evitar la caída hacia delante del cuerpo”.
Esta lesión también puede producirse “por movimientos bruscos o mal controlados en extensión de cadera y flexión de rodilla”, indica García, así como “por golpes en la zona”, añade Til Pérez.
Los síntomas más habituales son “dolor súbito intenso en forma de pinchazo durante un gesto deportivo o tras un salto al iniciar un cambio brusco de intensidad en la carrera”, describe Tul Pérez. “Aunque a veces la persona puede referir un chasquido o desgarro”, añade García.
Este dolor puede llegar a ser incapacitante, según ambos expertos y, en determinados casos, “puede llegar a dificultar la deambulación normal o hacer imposible cualquier actividad como correr, saltar o subir y bajar escalones”.
En otras ocasiones, según el traumatólogo, “el dolor se instaura de forma insidiosa, en forma de pequeños pinchazos no invalidantes, pero que se hacen más notables en sesiones sucesivas de entrenamiento”.
¿Cómo se puede prevenir?
Como en todas las lesiones musculares, su prevención pasa por una buena condición física del deportista o de la persona en general.
Según Garcia, es importante:
- Tener un correcto equilibrio muscular entre la musculatura agonista y antagonista (isquiotibial/cuádriceps).
- Mantener un estilo de vida saludable, en los que se incluya una buena alimentación, hidratación y descanso.
- Evitar la rigidez en la musculatura isquiotibial.
- Evitar la falta de movilidad articular.
Además de estos consejos, Til Pérez recuerda “la importancia de una adecuada progresión de las cargas de trabajo, lo que permitirá una adaptación correcta al entrenamiento”. En este sentido, “se deberá hacer hincapié en el trabajo específico de fuerza del tríceps sural, mediante ejercicios específicos de flexión plantar”.
En segundo lugar, son importantes “los estiramientos del tríceps, que mejoran las propiedades viscoelásticas y disminuyen el riesgo de rotura”.
Para finalizar, se aconseja el entrenamiento cardiovascular general y una correcta nutrición e hidratación. Todo esto “ayudarán a retrasar la aparición de la fatiga, que es un factor precipitante de la lesión muscular”, explica. Y es que, tal y como apunta, “hacer ejercicio en situación de fatiga nos vuelve muy propensos a sufrir estas lesiones”.
Otro consejo es el uso de prendas de compresión. “Éstas han demostrado ser útiles para evitar las lesiones en esta zona, especialmente en los deportistas con antecedentes ya que evita las recaídas”.
Por el contrario, el uso de taloneras alzas “es controvertido ya que, aunque disminuye el riesgo de forma aguda, su utilización crónica acorta el grupo muscular y el tendón, volviéndolo más susceptible de lesionarse en un futuro”, advierte el traumatólogo.
¿Qué ejercicios se pueden recomendar?
Existen ejercicios concretos que pueden ayudar a preparar la zona para evitar lesiones. Según García, “los más recomendables, antes de empezar la actividad deportiva, serían la realización de ejercicios de activación en los que esté implicada esta musculatura”.
Un buen trabajo con gomas elásticas, además de ejercicios concéntricos y escéntricos con nuestro propio peso corporal «sería ideal”.
Til Pérez recomienda también realizar “estiramientos del tríceps, que son los mismos que se utilizan para estirar el Aquiles”. Estos deben realizarse forzando la flexión dorsal del tobillo y manteniendo la posición durante 20 segundos.
Este ejercicio “se deberá repetir tres veces por cada pierna con la rodilla extendida y tres veces con la rodilla en flexión (30º)”.
Por otro lado, los ejercicios de fuerza dinámica de flexión plantar también son muy recomendables. “Pueden hacerse con elásticos, en máquina de prensa o con el peso corporal”, señala Til Pérez.
El experto aconseja realizar tres series de 15 repeticiones “lo que provocará adaptaciones de la fuerza y de la resistencia y, además, provocarán fatiga, por lo que son recomendables realizarlos alejados de los entrenamientos específicos, donde será preciso que los músculos no estén fatigados”.
García suma también la realización de ejercicios con un foam roller (rodillo) sobre la zona o sobre toda la cadena posterior con el fin de relajar y liberar la musculatura completa.
Tratamiento
Una vez se ha confirmado la lesión «mediante ecografía o resonancia magnética», según el traumatólogo de Setrade, se aconsejarán los siguientes pasos de tratamiento:
- En una primera fase (de 4 a 7 días), se deberá instaurar el reposo, la compresión con media elástica, el masaje con hielo y la elevación de la extremidad. Durante este periodo puede ser necesario ayudarse del uso de dos muletas durante la deambulación, aunque la descarga absoluta de la extremidad sólo está indicada si el apoyo de la misma es muy doloroso. El uso de analgésicos (paracetamol) puede ser útil.
- Superada la primera fase y siempre sin dolor, puede se comenzar a reacondicionar la zona con contracciones isométricas y con trabajo cardiovascular en piscina o mediante bicicleta estática.
- En la tercera fase (4 semanas después de la lesión), puede comenzarse el reacondicionamiento específico, los estiramientos suaves y, en caso de los corredores, reintroducir la carrera.
- Finalmente, con la progresión de cargas se llegará al entrenamiento específico y la reintroducción deportiva.
En los casos más graves, «podrá ser necesario el tratamiento quirúrgico», destaca García.
En opinión de Til Pérez, «es recomendable mantener las medias de compresión y una talonera de silicona de 1cm será útil durante la recuperación, especialmente las tres primeras fases».
Asímismo «es útil monitorizar la lesión mediante ecografía cada 15 días, para descartar la aparición de colecciones liquidas fasciales persistentes o de trombosis venosa profunda».
García, por su parte, aconseja, en la medida de lo posible, un buen entrenamiento de fisioterapia. Ésta consistirá en «la activación muscular con ejercicios isométricos sin dolor, trabajos de estabilización y movilización de la cintura lumbopélvica y terapias físicas (electroterapia, masoterapia o crioterapia), todo ello dirigido a que disminuya el dolor, el dema y la inflamación».
Posible agravamiento
Puede ocurrir que por la falta de tiempo, de recursos o de desconocimiento el lesionado no se trate la zona lo que puede desencadenar en problemas a largo plazo.
«Los hematomas persistentes en las contusiones pueden provocar miositis osificantes que son agravadas por masajes locales intensos en la primera fase de la recuperación», explica el traumatólogo Til Pérez. Esta metaplasia del tejido muscular, «condicionará rigidez y disminución de la capacidad de absorción de energía«.
Asimismo, el experto advierte de que «la trombosis venosa profunda se asocia en más del 20 por ciento de estas lesiones. Su deteción a tiempo permitirá el tratamiento y disminuir el riego de complicación mayor».