En 2015, la entonces gimnasta española Desirée Vila, ahora paralímpica en atletismo, era una gimnasta acrobática de 16 años que había competido en el Mundial de París de 2014. Se preparaba para el Europeo cuando sufrió una fractura de tibia y peroné en la pierna derecha.
Una lesión que cambiaría la vida de la joven de Gondomar (Pontevedra). Una visita rutinaria a un hospital de Vigo acabó convirtiéndose en la amputación del miembro por culpa de errores cometidos por el traumatólogo, Pedro Larrauri. Larrauri fue castigado con dos años de cárcel y cuatro años sin poder practicar su profesión. Además, tuvo que pagar más de 2,1 millones de euros a la deportista como indemnización.
«El castigo al médico me parece justo, sobre todo la inhabilitación, porque así se da cuenta del error que ha cometido», valora Vila. ¿Perdona a Larrauri? «Tampoco se ha disculpado. No veo necesidad de perdonar a alguien que no ha pedido disculpas», contó al diario español El Confidencial.
Sin embargo, en lugar de pensar en el pasado y en lo que pudo haber sido, prefiere mirar hacia adelante. Como explica la joven, que ahora tiene 20 años, el tema de la compensación no era un asunto baladí.
«La indemnización era el tema que más nos preocupaba, sólo la prótesis cuesta 70.000 euros«, dice. Según Vila, la ortopedia debería durarle al menos cinco años, pero ya se le ha estropeado varias veces.
Desirée dice que uno de los momentos más difíciles fue cuando se dio cuenta de que ya no iba a formar parte del grupo de gimnastas. Su carrera se acabó pero las amistades de ese deporte siguen intactas. «Sigo en contacto con ellos (los otros gimnastas). De hecho, me siguen apoyando, ven mis eventos», comenta. Otro momento duro fue cuando le pusieron la prótesis por primera vez. «Te llevas un chasco porque piensas que va a ser igual que antes y no lo es. Te duele, te molesta», explica Vila.
La paralímpica pasó por muy malos momentos después de su amputación, pero tuvo muchísimo apoyo. Su familia, sus compañeros de la gimnasia y su fisio, Adri Palomo, fueron los que más la ayudaron. En el caso de su familia, Desirée, que tiene una hermana menor, destaca mucho el apoyo de sus padres, que están separados, su abuela y su tía. De hecho, su tía, con quien tiene una relación muy cercana, vive en Suiza y venía a España a verla. «Si estás arropada por tus seres queridos, tu novio etcétera, hace mucha diferencia», concluye Vila.
Desirée enfatiza que vive como una chica normal de su edad. Es estudiante de Turismo, va a la biblioteca y a sus entrenamientos. «Me lavo la ropa, me hago la comida, vivo en un piso como una persona normal», dice. Este año va a comenzar Relaciones Internacionales en la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid.
No solo lee, también escribe. En junio publicó un libro que se llama ‘Lo único incurable son las ganas de vivir’. Tiraron 2800 ejemplares en la primera edición y acaba de salir la segunda. Quería juntar todas sus experiencias por escrito. Cuenta cosas que le pasaron en el hospital, de la gimnasia que practicaba antes del accidente, de su vida en general y de cómo se ha adaptado a su nueva situación.