Doble medallista de plata en el Campeonato Mundial de Paraatletismo en Londres 2017. Cuarto lugar y diploma paralímpico en Río 2016 y medallista de plata y bronce en los Parapanamericanos de Toronto 2015. Títulos que forman parte de los triunfos deportivos de la antioqueña Érica María Castaño Salazar como lanzadora de jabalina y disco e impulsadora de bala.
Premios y reconocimientos que la llenan de orgullo y le abren el camino para lograr un cupo en los Juegos Paralímpicos Tokio 2020 (después de los Olímpicos). Su máximo sueño.
Pero ella prefiere empezar a contar otra historia. Una historia que le cambió la vida.
Antes del accidente que la dejó en silla de ruedas –tras recibir un disparo el 8 de diciembre del 2008 en un episodio del que prefiere no hablar– era una mujer activa, sociable, con sueños. Cursaba cuarto año de derecho y era una consumada deportista.
Una tragedia para ella y su familia, que se sumó a otras tragedias recientes y muy parecidas. Su padre había fallecido cuatro años atrás, también como resultado de una situación violenta. Cinco meses antes, Carlos, su hermano mayor, había sido víctima de una bala perdida. Estaba en una zona comercial de Medellín y se vio inmerso en una balacera.
Cinco meses después, la víctima de otra bala era ella. Sufrió un trauma raquimedular por herida de arma de fuego a nivel T12, lesión que compromete la columna vertebral.
“Cuando recibí la bala y caí al piso, fui consciente de que quedaría en una silla de ruedas, igual que mi hermano, pues nos había contado lo que sintió cuando recibió el disparo. Su historia y lo que él vivió ya eran suficientes para asumir mi realidad. Miré al cielo y dije: ‘Dios mío, voy a quedar en silla de ruedas’ ”, recuerda hoy Érica, a sus 32 años.
¿Cómo enfrentar ese choque emocional? ¿Cómo atender no a una, sino a dos personas con discapacidad en un mismo hogar? Preguntas para las que Carmen Salazar no tiene explicación. Es la madre de Érica. Y su mejor amiga. “Solo el que lo vive lo siente. Formamos equipos de apoyo en nuestra casa con mi hermana, que es enfermera, y con la compañera sentimental de mi hijo. El apoyo familiar es imprescindible”, cuenta.
La hoy deportista de alto rendimiento del paralimpismo, de carácter fuerte y dueña de una fortaleza a prueba de todo, agrega al relato de su madre una anécdota de aquel momento trágico: “Para mí, el mundo no se me vino encima; de hecho, recuerdo que mi mamá lloraba. Ella decía: ‘¡Ay, Dios mío, pero por qué me pasan estas cosas a mí!’. Y yo le respondía: ‘Mamá, relájate, que yo voy a volver a caminar; no te preocupes’. Imagínese: yo en esa situación, con un disparo en la médula y dándole moral a mi mamá”.
Aunque la discapacidad llegó por partida doble el mismo año a la casa de los Castaño Salazar, luego vendría un proceso de recuperación que resultó ser la cura.
“Mi mamá, a pesar de esos golpes tan fuertes que le ha dado la vida, ha sido muy creyente en Dios y fuerte en lo espiritual y emocional, y ella siempre nos ha inculcado esa fortaleza”, sigue. Carmen le decía una y otra vez: “La vida solamente no es caminar, también podrás hacer muchas cosas desde tu silla de ruedas”. Y ese mensaje se le metió en la cabeza y el corazón.
“No teníamos nada: ni empleo ni ingresos, y para colmo vivíamos en un segundo piso; entonces, el tema del traslado de la calle a las habitaciones era complejo porque nos tenían que cargar. Me daban la comida porque la fuerza de los brazos no me respondía, hasta que la fisioterapeuta me habló de trabajar mi recuperación en una piscina”, añade.
Y así fue avanzando en su recuperación. Y así retomó el rumbo de su vida. Con muchos sacrificios volvió a la universidad y se graduó de abogada.
Superando obstáculos
Mientras usted lee esta historia, millones de personas en la misma condición de Érica están tratando de entrar, en silla de ruedas, a un bus de servicio público en medio de la intolerancia del conductor y de la incomodidad de los pasajeros. Otros intentarán subir o bajar las escaleras de un edificio sin nadie que los asista. La falta de accesibilidad es un problema con el que lidian a diario las personas con discapacidades físicas, mentales, intelectuales o sensoriales. La Convención de la ONU sobre los derechos de las personas con discapacidad obliga a los 153 Estados –entre ellos Colombia– a investigar y desarrollar bienes, servicios y tecnología accesibles para personas con discapacidad.
“Quisiera viajar, pero me preocupa si hay o no accesibilidad para personas como yo. El año pasado fui a un parque acuático y fue frustrante no poder disfrutar nada porque el terreno no lo permitía y la accesibilidad menos”.
El deporte, la salvación
El proceso de recuperación de Érica y de su hermano ha tenido otro ingrediente: el deporte. “Hoy en día lloramos más de alegría y emoción por las medallas y triunfos que por el dolor de la tragedia”, sigue.
Frentera, sin miedo, Érica aparece en los estadios de atletismo de Colombia y el mundo rompiendo el mito –como ella lo denomina– del ‘pobrecito’. No quiere que le tengan lástima. No está enferma ni incapacitada.
Sin miedo, se inició en la práctica de la paranatación, que no podía realizar de manera constante por falta de recursos. Hasta que su biotipo corporal llamó la atención de Claudia Gallego, entrenadora de para powerlifting (o paralevantamiento de pesas). Fue ella quien la invitó a seguir nadando para mantener su esquema de rehabilitación, pero también a levantar pesas de cinco, diez y hasta treinta kilos.
“En para powerlifting duré hasta mediados del 2014. Ahí empezó mi historia como atleta paralímpica, cuando, en medio a la celebración del Día de la Discapacidad en la comuna seis de Medellín, me invitaron a lanzar en paraatletismo de campo”.
Su corpulencia, estatura y brazos fuertes le permitieron descubrir su aptitud para lanzar discos, jabalinas e impulsar balas a distancias por encima de los cinco metros.
“Había recuperado mi independencia en medio de la discapacidad –como un setenta por ciento– y le ayudaba a mi mamá a arreglar la casa y todo; parecía volador sin palo, como decimos los paisas”, cuenta con humor.
Y así comenzó su rutina de entrenamiento profesional y llegaron las primeras competencias. En marzo de 2015, estando en el Open de Paraatletismo de Medellín, se encontró con dos nuevas oportunidades: fue incorporada a la selección Colombia que asistió al Grand Prix de Arizona, en donde impuso sus primeros récords de las Américas en la categoría F55, y a los Juegos Parapanamericanos en Toronto (Canadá) ese mismo año.
El evento que más destaca Érica en su carrera deportiva es Toronto 2015, a tal punto que guarda como el tesoro más preciado los uniformes y tres medallas: una de plata en lanzamiento de jabalina y dos bronces por lanzamiento de disco e impulsión de bala.
“Cuando volví a Colombia llegué a mi casa y había bombas de lado a lado de la cuadra, la bandera desde el tercer piso hasta el piso de abajo, la bulla más berraca de los vecinos y las palabras de mi madre: ‘¡Usted es la campeona!, ¡usted es la más dura de todas!’ ”. Su hermano Carlos le sigue los pasos en la misma disciplina, y ya ostenta varias medallas.
“Hoy en día puedo decir que el deporte adaptado y paralímpico me ha permitido, no solo a mí sino a varios de nosotros, gozar de muy buena salud. Soy deportista apoyada desde Coldeportes, y eso incluye controles y exámenes médicos, psicológicos y una remuneración que contribuye a mantener mi economía personal y familiar”, dice hoy orgullosa desde Cali, donde vive con otros amigos deportistas paralímpicos.