Según los especialistas, un atleta paralímpico no se hace de un día para el otro. “Mínimo, te lleva siete años formar un atleta para el alto rendimiento”, dice categóricamente Carlos “Beto” Rodríguez, exmaratonista en silla de ruedas y actual vicepresidente del Comité Paralímpico Argentino (Copar).
Hay cuestiones que van más allá del talento, como la adaptación del cuerpo y de la cabeza a una rígida rutina de entrenamiento.
Si un atleta desea llegar a un Juego Paralímpico, primero debe gestionar una licencia al Comité Paralímpico Internacional a través del comité local cuyo costo es de 13 euros anuales. Además, debe competir a nivel local para lograr marcas que le permitan ir a competir a torneos internacionales.
“El Copar no manda a cualquiera. Debe tener antecedentes deportivos”, advierte Rodríguez. Luego, con las marcas homologadas y dependiendo de los cupos que tenga el país, el atleta accede a los Juegos.
El año que viene habrá torneos llamados Open en Argentina y Brasil. Pero antes de Tokio 2020 están los Juegos Parapanamericanos de Lima 2019. No es necesario competir en Lima, pero un año antes de los Juegos paralímpicos, el atleta debería tener las marcas homologadas para ir a Tokio.
Desde la Agencia Córdoba Deportes, dijeron que brindarían todo el apoyo que Pablo Giesenow requiera para cumplir con su meta. No obstante, fueron cautos. “Pablo tiene que ir con mucho cuidado para no frustrarse si no logra su objetivo. Se ha asesorado y está muy motivado. Quizás su edad le juegue un poco en contra. Desde la Agencia se le dará lo que necesite, como a todo deportista que quiere progresar. Todavía es prematuro hablar de una beca de alto rendimiento”, señaló un dirigente.
Reglas y ventajas
Hay reglas que regulan las prótesis y las sillas de ruedas. En teoría, no se puede usar cualquier material. Sin embargo, la mayoría de los competidores usan la marca Ottobock, que como es sponsor del Comité Internacional, no tiene impedimentos.
Pese a competir con prótesis, con miembros amputados (superior o inferior) o con disminución en la vista o los oídos, las marcas de los atletas paralímpicos se parecen bastante a las de los atletas olímpicos.
El caso más emblemático de todos es el del sudafricano Oscar Pistorius, el único que llegó a competir en un Juego Olímpico. En Londres 2012, el corredor amputado en sus dos miembros y apodado “Blade Runner” alcanzó las semifinales en los 400 metros y en la posta 4×400. En la primera prueba, Pistorius llegó a registrar 45s,07 en 2011, mientras que en el Mundial de Pekín 2015, el campeón Wayde van Nieckerk hizo 43s,48.
“Beto” Rodríguez, nueve veces ganador de la tradicional corrida San Silvestre en silla de ruedas, sostiene que en los 100 y los 200 metros, un atleta con prótesis y uno común pueden correr sin ventajas. “En los 400 prevalece el elemento mecánico. Una persona sin prótesis se contractura, se le endurecen los músculos y eso le quita energía”, dice.
El año pasado, en los Juegos Paralímpicos de Río de Janeiro ocurrió un hecho que obligó a prestar atención a los parámetros que se utilizan para establecer las diferentes categorías. En T13 (disminución visual leve), el argelino Abdellatif Baka registró en los 1.500 metros un tiempo de 3m48s29. Su marca superó por casi dos segundos la del estadounidense Mathew Centrowitz, quien unas semanas antes se consagró campeón olímpico. Baka no fue el único. Otros tres atletas con su misma discapacidad también superaron a Centrowitz.
Categorías
Existen decenas de deportes paralímpicos y cada disciplina a su vez tiene distintos tipos de competencia según los grados de discapacidad. En nuestro país existen distintas entidades como la Federación Argentina de Deportes para Ciegos, la Federación Argentina de Deportes sobre Silla de Ruedas, Federación Argentina de Deportes para Parálisis Cerebral o Federación Argentina de Deportistas Amputados.
La larga y complicada travesía para llegar a unos Juegos Paralímpicos
