Teresa Urriola era una niña de 12 años cuando una bala se alojó en su columna y la dejó sin poder caminar. Pasó 20 años «encerrada» en su casa antes de descubrir el mundo, literalmente, y gracias al deporte hoy es miembro de la selección de bocha de Panamá en los II Juegos Paracentroamericanos Managua 2018.
«Para mí es un orgullo representar a mi país, pasé 20 años en la casa, con depresión, pero descubrí el deporte y ahora soy más sociable, hasta he llegado a estos Juegos», dijo Urriola, de 38 años, a Efe.
La historia de la deportista panameña no es extraña en los jugadores paralímpicos. En la delegación de El Salvador sobresale una jovencita de 15 años, Rebeca Duarte, con parálisis de nacimiento pero con ganas evidentes de «comerse el mundo». El deporte también fue liberador para ella.
«Yo solo estaba en mi casa, ni estudiaba, no hacía nada, pero entré al deporte y empecé a estudiar, también a conocer países, porque estuve en una competencia en Sao Paulo (Brasil), ahora estoy aquí en Managua, y quiero seguir viajando», sostuvo Duarte, también jugadora de bocha.
La bocha es perfecta para demostrar cómo el deporte cambia la vida de las personas con discapacidad, ya que les permite demostrar todas sus habilidades.
«Es un deporte físico, porque con cualquier parte del cuerpo tiras la pelota, pero también mental, porque es de estrategia, a mí me cambió la vida», afirma José Luis Reyes, con parálisis, de la selección guatemalteca.
Al lado de Reyes, Yirán López se retuerce en su silla de ruedas, ya que necesita estirar todo su cuerpo para pronunciar una sílaba, pero no le importa e interrumpe: «Somos una familia, todos somos iguales».
«El deporte puede ser una actividad catalizadora significativa de las personas con discapacidad para otras actividades sociales, es interesante ver cómo demuestran que no son ellos los que tienen discapacidad, sino el mundo, y cómo sacan fortalezas cuando se les brindan las capacidades», sostiene la entrenadora de la selección de bocha de Costa Rica, Francini Esquivel.
El deportista con parálisis Francisco Javier Latán se da a entender casi con gestos, pero con su ímpetu deja claro que el deporte lo animó a hacerse notar una vez que «salió» al mundo.
Ese esfuerzo emociona a los familiares, que también forman parte de las delegaciones deportivas de los II Juegos Paracentroamericanos Managua 2018, que suman cerca de 600 personas reunidas del 21 al 28 de enero en Nicaragua.
Una de ellas es Inés Vado, quien no para de reír cuando habla de su hermano de Dilan Vado, seleccionado nicaragüense con lesión cerebral.
«Es que él ya era sociable antes de meterse al deporte, está encantado, ahora hasta en las calles habla con la gente, no quiso estudiar en una escuela especial, prefiere las de los demás y dice que se siente mejor», asegura.
Ese paso de estar dentro de casa no solamente mejoró la vida de los deportistas con discapacidad, sino también la de sus familias.
Urriola y Duarte, a pesar de la diferencia de edad, coinciden en algo: «A los que todavía no han salido, salgan, métanse al deporte, no se queden en casa».
Ambas predican con el ejemplo, forman parte de cientos de personas que dieron el paso y que encontraron su recompensa en los II Juegos Paracentroamericanos Managua 2018.
Antes estaban aislados, hoy son deportistas paralímpicos
