A menos de una semana de la gran final de la Copa Libertadores de América, entre el Gremio de Porto Alegre y el Lanús, Río de Janeiro es la sede del torneo continental en modalidad Power Soccer: jugado en sillas de ruedas motorizadas y con deportistas con tetraplejía.
Cerca de 80 jugadores, repartidos entre dos equipos brasileños, dos argentinos y dos uruguayos, compiten en la Arena Carioca 3, una de las sedes de los Juegos Olímpicos de Río 2016, para ser el mejor equipo sudamericano en silla de ruedas, con jugadores que sufren tetraplejía, parálisis cerebral o distrofia muscular, entre otros.
Organizada por la Asociación Brasileña de Fútbol en Silla de Ruedas (ABFC), la 3a Copa Libertadores Powerchair Football, cuya final se disputará este viernes, no tiene nada que ver con el máximo torneo futbolístico continental.
Lejos del dinero, el césped, la fama, el público y la polémica que siempre rodean la Libertadores, en esta ocasión son las propias familias de los jugadores quienes se pagaron el desplazamiento y el hospedaje en Río de Janeiro, tras no haber encontrado la organización ningún patrocinador.
Los partidos se disputan entre cuatro jugadores por equipo (un portero y tres de campo), en dos tiempos de 20 minutos dirigidos por un árbitro principal y dos asistentes, y con una pelota mayor de la habitual para que pueda ser golpeada desde la silla de ruedas.
Antes y después del partido, todos los participantes pasan un ‘speed test’, en el que se mide la velocidad de la silla de ruedas: tienen que correr un máximo de 10 km/h. En el inicio, si supera esta velocidad, el jugador tiene una única oportunidad para corregir la batería y ajustarla a la velocidad permitida.
Si al finalizar el encuentro la velocidad de la silla de ruedas supera los 10 km/h, el equipo del jugador sufre una sanción, la retirada de un punto.
«Es una modalidad altamente integradora, con hombres y mujeres de cualquier edad. Los jugadores pasan por una evaluación física, en la que se hacen pruebas para evaluar la funcionalidad de cada uno, así están todos igualados», explica a Efe el presidente de la ABFC, Marco Antonio dos Santos.
«Los jugadores son divididos en dos clases, los de perfil uno y los de perfil dos. Cada equipo tiene dos jugadores de cada perfil en la pista. El perfil uno es el que tiene la movilidad más comprometida, o sea, un juego más lento, y el perfil dos es el más rápido, tienen más importancia para el equipo aunque ambos son necesarios», destaca dos Santos.
Quien puede hablar de las diferencias con el fútbol ‘normal’ es el asistente de línea argentino Pablo González, quien actúa en la primera división de su país y no duda en responder que la Libertadores Powerchair «es más gratificante» que el fútbol de campo.
En su segunda participación en el torneo, González resalta el espíritu de «voluntariado» entre todos los árbitros y organización, que no cobran por su presencia.
Presidente y entrenador del Novo Ser de Río de Janeiro, uno de los participantes, Bruno Rodrigues destaca el hecho de que en la pista, los jugadores no tienen ningún tipo de ayuda y deben espabilarse solos.
«Lo que intentamos transmitir es la razón del deporte, de ciudadano, no es sólo la actividad deportiva en sí, es una actividad integradora, en la cancha (cada jugador) está sólo y es el protagonista, sin la ayuda de nadie. En casa siempre hay alguien que los cuide, en la cancha están ellos solos», dice el técnico a Efe.
«Lo importante es enseñar la parte de independencia y la deportiva, formar un atleta y una persona» al mismo tiempo, sostiene.
Uno de los participantes, Bruno Carvalho, resalta que la mayor dificultad en la pista es poder tener campo de visión.
«Algunos ni pueden mover el cuello, y la mayor dificultad es encontrar una posición en la pista para poder ver el juego. Por ejemplo, yo no tengo mucho campo visual de espaldas, por lo que siempre tengo que jugar de espalda a la portería para poder ver la pelota, calcular las distancias y ver como hacer para chutar», dice.
A Carvalho, de 27 años, se le enrolló el cordón umbilical al nacer y le provocó falta de oxígeno en el cerebro, que le causó una parálisis cerebral de por vida.
El jugador brasileño, «muy feliz» por jugar en esta competición, entrena una vez por semana, en sesiones «que duran de 2 a tres horas» y que son «divididas en tres partes: calentamiento, fundamentos y la parte colectiva».
El Campeonato brasileño de la modalidad lo disputan 8 equipos, repartidos entre Río de Janeiro, Sao Paulo, Curitiba y Ceará, «y con tres equipos más en formación», según el presidente de la ABFC. Los dos primeros, se clasifican para disputar la Libertadores.