Windi Graterol, pivot de la Selección de Venezuela, tuvo sus primeros pasos en el basquetbol a los 6 años, siempre supo cuales eran sus sueños, “El baloncesto es mi vida. Fue lo que elegí”, cuenta. Sufrió un accidente en una motocicleta y cuando nadie confiaba en su regreso a las canchas, él les demostró que podía llegar mucho más lejos.
El caraqueño elige las pastas como comida preferida, escucha reggaeton y en sus tiempos libres ve películas. El capitán de la Selección Argentina, Luis Scola, es uno de sus ejemplos por su humildad y admira al ex multicampeón de la NBA, Kobe Bryant, a quien veía de chico.
“Me gusta el básquet desde pequeño. Había ido a un campamento de béisbol, me gustaba pero no para jugar. Empecé a jugar en mi barrio y a los 13 años en una escuela de San Juan. En 2003 representé a Distrito Capital y le ganamos la final a Miranda. Caracas me vio y entrené con ellos varios años. Siempre quise jugar en un equipo profesional y cuando me llamaron para hacerlo en la liga profesional fue una emoción muy grande. Mi meta siempre fue entrenar duro, escuchar a mi entrenador y así llegué en el 2011 a la Selección”, expresó Windi.
Pero entre medio de su carrera, quizá en su mejor momento, allá por el 2006, con 20 años, le ocurrieron algunos sucesos que marcaron su vida. Ese año jugó cuatro partidos con Cocodrilos de Venezuela, emigró al básquet de Ecuador y cuando menos se lo esperaba la vida le dio un vuelco con ese accidente que lo sacó de las canchas durante un año por una fuerte lesión. Se quebró el tobillo derecho y muchos médicos decían que no iba a poder jugar más. La fractura que sufrió en el accidente le hizo perder parte de la tibia y amenazó con sacarlo del deporte que escogió como modo de vida.
“Ese accidente cambió muchas cosas en lo personal. En el barrio la vida es muy difícil te pone dos caminos y está en uno cual de los dos elegir. Era muy joven y cuando tuve ese accidente pude abrir los ojos y ver el camino que me favorecía, elegí el baloncesto. Muchos creían que no iba a volver jugar, se burlaron y criticaron. No pude caminar por un tiempo, pero a los cuatro meses me puse mi tobillera y mis vendas y comencé a lanzar en la cancha. Iba solo y ellos no se enteraron, no me quería ver en mi casa frustrado y eso me fue dando ánimo. Fue un proceso largo el de la recuperación y corrió todo por mi cuenta, pero logré superarlo y aquí estoy. En ese momento son más las personas que te dan la espalda que las que te apoyan. Departe de los equipos también te dan la espalda y eso lo tomé como motivación, me dije a mi mismo que tenía que mejorar y demostrar que si podía y así fue”, contó con su voz apacible.
De niño caminaba por las calles del Guarataro e imaginaba que era una de las estrellas de Cocodrilos. “Soy una persona muy temperamental, me gusta estar tranquilo, he aprendido a superarlo con el pasar de los años, he madurado esa parte y en mi juego he mejorado mucho, pero siento que tengo más para dar. Me gusta escuchar y aprender, siempre a las nuevas ideas las veo favorables, me gusta aceptar criticas y estar en constante aprendizaje”.
Además, el pivot se refirió a su familia como el pilar más importante en su carrera: “Mi familia fue todo, salí a jugar básquet para ayudarlos a ellos y ellos me ayudaron a mí. Me decían que entrenara duro y a pesar de que tuve muchos obstáculos y retos inalcanzables, nunca me rendí y siempre traté de superarlos. Pensaba que ya no tenía lugar en la Selección, pero encontré la motivación para seguir trabajando. Hay muchas cosas que me marcaron en la vida, pero ese primer llamado para ser parte del equipo de Venezuela me dio la oportunidad de estar donde estoy ahora y darme a conocer en el mundo”.
Graterol: “El accidente me cambió la vida”
