Sin dolor no hay ganancia.
Así suelen explicar los preparadores físicos o entrenadores personales las molestias que sienten las personas tras someterse a una rutina de ejercicios de alta intensidad.
Es un dolor que en el mundo de la actividad física o fitness lo califican de bueno dados los beneficios que produce al cuerpo pero, que si no se tiene cuidado, puede fácilmente transformarse en un dolor malo.
El problema está en saber identificar cuándo se siente el primero y en qué momento se convierte en el segundo.
«Es complicado en algunas ocasiones diferenciar el uno del otro», le reconoció a la BBC Juan Francisco Marco, profesor del centro de ciencia deportiva, entrenamiento y fitness Alto Rendimiento, en España.
«El dolor bueno es el que asociamos al que se produce durante un ejercicio, que no te limita, y que te permite continuar hasta que llega el momento en el que el músculo se bloquea debido al agotamiento», añadió.
«El otro caso es cuando se produce un dolor por una lesión, que tal vez te permita seguir haciendo el ejercicio, pero debido a la molestia nunca podrás llegar al agotamiento físico, sino que tendrás que parar por incapacidad de respuesta del músculo al esfuerzo que se le está exigiendo».
Para Francisco Sánchez Diego, director del centro de entrenamiento Corpore 10, «el dolor bueno se siente en el grupo muscular que has trabajado, sea durante el entrenamiento o en los días subsiguientes al mismo».
«Está claro que para la gente que está recién comenzando está más expuesta a sufrir esos pinchazos que llamamos agujetas, pero eso no quiere decir que lo que está experimentando el cuerpo sea negativo».
Sánchez Diego le explicó a BBC Mundo que lo que sucede es que se «producen unas microrroturas fibrilares, que son aquellas fibra que no pueden con el esfuerzo al que están siendo sometidos los músculos, y obliga al cuerpo a reemplazarlas por unas mejores».
De esta manera el músculo se va desarrollando constantemente y va adquiriendo más resistencia y fortaleza.
Reposo
Si bien la fatiga asociada al dolor bueno es considerada positiva hay un punto de inflexión que suele pasar desapercibido y da cabida a que la molestia se transforme en un dolor malo.
«Es cuando se somete al cuerpo a trabajar en exceso y no se permite que tenga el tiempo de recuperación que necesita», resaltó Sánchez Diego.
Los músculos, tendones, ligamentos, cartílagos y huesos conforman la estructura del cuerpo que está expuesta y reacciona al estrés que causa el ejercicio.
Si el estrés aumenta de manera muy rápida, el organismo no puede responder de manera efectiva y se produce una descomposición que requiere un tiempo de reposo.
Cuando no se respeta este tiempo de recuperación, se produce un exceso de fatiga y de estrés con el tiempo, lo que genera que una de las partes involucradas durante el ejercicio no responda al esfuerzo, lo que resulta en un dolor malo.
«Una diferencia es que el dolor bueno se va sintiendo de menos a más, en cambio el dolor malo empieza prácticamente al principio del ejercicio, cuando el músculo está frío», describió el profesor de Alto Rendimiento.
«A medida que el entrenamiento va avanzando el dolor se va reduciendo porque el músculo se va calentando o la articulación se va lubricando, pero es un dolor que persiste y con el tiempo te obliga a parar».
«Notas dolencias musculares, articulares, de tendones que tu cuerpo no recupera, y eso se percibe en la intensidad del dolor que sientes», añadió Sánchez Diego.
«Los pinchazos comunes sólo deberían durar poco tiempo y se suelen notar cuando haces un movimiento. Los otros se sienten incluso cuando estás parado, sin necesidad de activar la musculatura».
Peligro
Tendinitis, sobrecarga o contractura son dolores malos comunes, mientras que los hombros en el tren superior y las rodillas en el tren inferior suelen ser las zonas más afectadas del cuerpo.
Ambos entrenadores resaltan la importancia de conocer los tipos de dolores y cómo reacciona el cuerpo ante la carga de ejercicio a la que está siendo sometido.
Un dolor, al fin de cuentas, no debería extenderse por mucho tiempo o impedir realizar el entrenamiento físico deseado. Mucho menos debería afectar la vida diaria de una persona al caminar o dormir.
De esta manera se podrá evitar una lesión más severa que obligue al cuerpo a parar o en el peor de los casos requiera la intervención de un médico o especialista.
«Es como un ciclo en el que primero sientes un dolor bueno, pero al no darle el descanso necesario al músculo se puede transformar en uno malo, en el que estás destruyendo totalmente la musculatura», alertó el director del centro Corpore 10.