Madrid. Los Juegos de Barcelona’92, que cumplen este mes 25 años, marcaron un hito en la historia paralímpica gracias a novedades como las clasificaciones funcionales en los principales deportes y a los primeros controles antidopaje.
Pero en el país organizador, España, el mayor mérito social de los Juegos fue dar normalidad a un colectivo hasta entonces con escasa visibilidad y que superó el centenar de medallas (107).
El uso de 88 autobuses de piso bajo, que fueron importados, y de 38 microbuses adaptados fue un ejemplo de la aportación de los Juegos de Barcelona a la sociedad.
A partir de entonces, los servicios municipales de transporte de numerosas ciudades españolas incorporaron estas mejoras, así como las aceras rebajadas para favorecer los desplazamientos de las personas con movilidad reducida.
Atletismo, baloncesto, esgrima, natación, tenis de mesa, tiro con arco y tiro olímpico fueron los deportes que empezaron a competir con clasificaciones funcionales.
Se establecieron criterios de participación y cupos por país y se eliminó la libre participación que había hasta entonces.
Los controles antidopaje se hicieron según la normativa y la lista de sustancias prohibidas del Comité Olímpico Español.
Los deportistas se alojaron en la misma Villa utilizada para los Juegos Olímpicos, ya planificada para que fueran accesible. En los Juegos de Seúl, cuatro años antes, hubo dos villas, la olímpica y la paralímpica.
«La Villa de Barcelona tenía absolutamente de todo. Recuerdo las pantallas táctiles con los resultados… Ahora es algo normal, pero hace veinticinco años era de ciencia ficción», recuerda el nadador español Luis Leardy, que ya había estado en Seúl’88.
Una de las sorpresas de los Juegos Paralímpicos de Barcelona fue la gran asistencia de público a los estadios. 65.000 personas llenaron el Estadio Olímpico para presenciar la llegada del maratón en silla de ruedas. Más de 2,3 millones de personas asistieron a las 487 competiciones de los quince deportes del programa.
Alberto Jofre, director gerente del Comité Paralímpico Español y miembro del Comité Organizador de Barcelona’92, recuerda que en las piscinas Picornell iban a desmontarse las gradas supletorias pero, a la vista de que se llenaban, optaron por dejarlas.
«Se decía que iban a ser las paralímpiadas del cemento, que no iba a ir nadie, y se superaron con creces las expectativas», señala Jofre.
Aunque había que sacar entrada para asistir a las pruebas, toda ellas fueron gratuitas. Solo hubo que pagar por ver las ceremonias de inauguración y clausura.
Durante los Juegos se batieron 279 récords mundiales y se repartieron 431 medallas. Participaron 3.020 deportistas de 82 países.
La delegación española acabó quinta en el medallero, con 107 trofeos, 34 de ellos de oro. Estados Unidos, Alemania, Reino Unido y Francia fueron los cuatro primeros en la clasificación final.
Juan Antonio Samaranch, presidente del Comité Olímpico Internacional entre 1980 y 2001, y el dirigente catalán como Joan Palau, con quién fundó en 1968 la Federación Española de Deportes de Minusválidos, fueron los grandes impulsores de los Juegos.
Entre las estrellas deportivas, la atleta ciega Purificación Santamarta, participante en siete ediciones de los Juegos y que en Barcelona se hizo con cuatro oros.
La corredora invidente destaca la importancia de competir en casa, de hacerlo en las mismas instalaciones que los deportistas olímpicos y las facilidades de las que dispusieron para la preparación.
«Del legado de Barcelona estuvimos viviendo en España hasta el año 2004», dice.
La herencia de los Juegos también se tradujo en la creación, tres años después, en 1995, del Comité Paralímpico Español. En 1998 la Ley del Deporte le reconoció la misma naturaleza y funciones que el Comité Olímpico Español.