La vida de Benjamín “Dipy” Romano, jugador del club de rugby Universitario de Tucumán, cambió radicalmente a mediados de 2014 cuando, tras una lesión en la rodilla derecha, le detectaron un cáncer en la pierna izquierda que derivó en su pedido de amputación: “No quería sentir más ese dolor y quería seguir adelante”.
“Nunca dejé de ir al club. Fui en silla de ruedas, con muletas, con quimio. Es algo que me hacía bien a mí”, contó.
“Fue para la época del Mundial de Fútbol. Me golpeo la rodilla derecha y me ponen una férula para inmovilizarla y que se recupere más rápido. Ahí me empieza a doler la pierna izquierda. Me daban ibuprofeno, calmantes, pero llegó un momento en el que me dolía más la pierna izquierda que la derecha. Entonces, mi médico decide hacerme una tomografía y sale que tenía un tumor en la tibia que se llama osteosarcoma”, explicó Benjamín.
Ese tipo de cáncer suele afectar a los huesos largos del cuerpo y se encuentra entre los 10 más comunes en niños y adolescentes.
El primer gesto de apoyo de sus amigos
“Dipy” comenzó así a transitar un mundo desconocido junto a su familia: “Cuando arranqué la quimio en Tucumán tenía mucho miedo. No quería que se me caiga el pelo, era una persona que me preocupaba por mi imagen. Mis amigos del colegio, del barrio y del club se enteraron de eso y se pelaron todos así que no me quedó otra que pelarme yo también”.
“Llevaba de diez la quimio en Tucumán y, en el medio del tratamiento me iban a hacer la cirugía para sacar el hueso – la tibia – con el tumor y reemplazarlo por una prótesis. Cuando me hacen esa operación se me infecta la zona muy feo y sale que la quimio no estaba dando los resultados esperados. Me mandaron de urgencia a Buenos Aires para hacer otro tipo de quimio y ver cómo estaba la pierna”, recordó Benjamín sobre lo que sería el inicio de la etapa más dura de su tratamiento.
De esos meses en Tucumán , contó: “En ese momento de la infección estuve internado dos meses; no podía salir y sólo me podían ver mis papás – Juan y Patricia- y mi hermano mayor, Máximo. Solo salí cuando me llevaron en silla de ruedas hasta la ambulancia para luego ir al avión hasta Buenos Aires. En la puerta me estaban esperando todos mis amigos y aprovecharon para saludarme y darme fuerzas”.
El amargo recuerdo de Buenos Aires y el sentir que tocaba fondo
“Me acuerdo de que la quimio esa en Buenos Aires era mucho más fuerte. Fue en el Hospital Italiano . La pierna me dolía un montó, entonces me operaron, me abrieron otra vez y me pusieron un espaciador con antibióticos para que, cuando termine la quimio, pudieran poner la prótesis”, explicó “Dipy” sobre un proceso que se repetiría, al menos, cuatro veces más.
La estadía en la Ciudad significó que la familia se separara por la distancia: “En Buenos Aires estuve 10 meses, todo 2015 con mi papá y mi mamá. A veces podían venir mis hermanos. Pasamos las fiestas ahí y todo. Cada vez que mis amigos iban a la Costa pasaban por el hospital a saludarme y luego seguían”.
“Cuanto terminó la quimio estaba muy mal. Muy mal. No veía las horas de terminar. Estás viviendo, pero por dentro estás hecho mierda. Es un cuerpo vivo, sin alma. No tenía alma, la verdad”, dijo Benjamín con la voz entrecortada.
La primera vez que pensó en la amputación
“’Vamos a ver si podemos poner la prótesis’ me dijo el médico. Esa ya era la cuarta o quinta cirugía. Me intentan operar de nuevo para poner la prótesis para cumplir un capricho mío. Cuando el médico abre, se encuentra con algunas bacterias que lo hacen dudar si poner la prótesis o no», relató el joven. «Toman muestras y se dan cuenta que no podían, entonces me colocan otro espaciador y ahí yo me vengo abajo, mal. Esa es la primera vez que le pido que me amputen la pierna. No quería seguir estando con algo que no sabíamos si iba a andar. Ellos me dicen que no, que era muy apresurado hacer eso. Que me vuelva a Tucumán y que más adelante íbamos a ver”, contó.
-¿Qué pasó por tu cabeza en ese momento?
“Son decisiones que uno toma no por abandonar o bajar los brazos. Sino para avanzar y pasar a otra etapa, en la cual, yo le iba a poner más ganas. Yo ya no podía más con el dolor. Me dolían las muelas de tanto fruncir”, contó Benjamín que, cuando tuvo que tomar esa decisión tenía apenas 16 años.
El contacto con sus amigos, su familia, su club y su tierra fueron la inyección anímica que “Dipy” necesitó para lo que vendría. “Estuve en Tucumán donde me levantaron mucho anímicamente y después volví a Buenos Aires. A mí ya no me ‘pegaba’ bien la piel porque no irrigaba de tanto que lo abrieron, así que la única solución era hacer un trasplante de piel de otra parte del cuerpo», explicó. «Me ofrecían un año más de cirugías, esto fue en febrero de 2016. Ahí yo me asusto y les pregunto qué probabilidades había de que funcione. Mi meta era poder ir al viaje de egresados con mis compañeros en julio. Yo siempre seguí estudiando, incluso desde el hospital”, agregó el joven.
“Los médicos me dijeron que había un 50 por ciento de posibilidades de que la cirugía salga bien. Yo dije que no quería hacerlo, que quería vivir mi último año de secundario con mis amigos, que es algo que no me volverá a pasar nunca, que me quería ir a Bariloche. Y les dije: ‘Amputame que ya no quiero sufrir más’. El médico me entendió y a la semana me operaron”, contó el joven.
-¿Qué pasó por tu cabeza esa semana?
“Sabía que no había vuelta atrás. Pero no pensaba en lo malo. Pensaba en lo bueno, que había muy buenas prótesis ortopédicas y me puse a averiguar sobre eso. No miré el lado malo, sino el bueno porque la decisión ya estaba tomada. Había mucha gente con prótesis que llevaba una vida normal y eso era lo que yo quería. Además tenía muchos mensajes de aliento, de que me iban a apoyar siempre. La verdad, fue la mejor decisión que tomé en mi vida”.
Volver a vivir sin dolor y la filosofía del rugby
“Ya no tenía el dolor en la pierna. Sí el de la cirugía. Dejé de sentir dolor. Ahí arrancó otra etapa de mi vida: la de aprender a caminar de nuevo y al principio tuve muchas frustraciones porque yo pensé que me ponía la prótesis y empezaba a caminar de nuevo como siempre. No es así, es un largo trecho”, contó Benjamín que, desde junio del año pasado, tiene su pierna ortopédica.
Sobre esos primeros momentos contó: “Fue raro. Me sentía más cómodo. No sentía más el peso de la pierna que era lo único que sentía de la pierna el último tiempo. Lo único que hacía era pesarme. Molestar y estorbar. Tuve un tiempo el dolor fantasma, que es sentir dolor en el miembro que ya no tenés. Por suerte, yo estaba muy fuerte de cabeza en esa etapa”.
“Es algo que me enseñó el rugby, el ir para adelante y cuando el cuerpo no da más, la cabeza es la que sigue funcionando. Te manejás con eso, con el pensar y no aflojar. Me sirvió muchísimo la filosofía del rugby y el club. Me hacía muy bien ir ahí”, explicó “Dipy” sobre cómo arrancó su nueva vida.
Una de las primeras cosas que pudo hacer, fue concretar su sueño de compartir el viaje de egresados con sus compañeros: “Fui a Bariloche con la pierna sin saberla manejar, me la habían puesto hacía poco. Ahora ya me siento mucho mejor con la prótesis porque la sé usar, porque puedo caminar sin bastones. Acá no la conocían a ‘la pata’ así que me fui rehabilitando yo solo. Sí fui a Buenos Aires a hacer 30 sesiones de rehabilitación, pero no quería estar solo de nuevo, me quería volver a Tucumán”.
“De a poco me fui largando acá. En el club me presionaban o me quitaban los bastones para que me animara. Para que perdiera el miedo más que nada. Ahora ya estoy sin nada. Desde principios de marzo que no uso ni bastones ni muletas”, contó orgulloso y con voz alegre Benjamín.
Volver a correr y, obvio, en el club
En un video, que subió Universitario de Tucumán a su página de Facebook, se ve el momento en el que, casi 3 años después, Benjamín vuelve a correr por primera vez. “Ese día estaba en el club y el preparador físico me dijo si estaba para correr. Yo le dije que no y él insistió así que arranqué. Mi primera sensación fue de frustración porque corría más lento, pero es cuestión de práctica y todo el club me felicitó. A pesar de que no corría como el resto, iba más lento, cada avance que veían me felicitaban y me alentaban. Para correr como yo quiero me falta mucho”
-¿Cómo querés correr vos?
“No sé, me voy poniendo metas cortas. No sé cuál es mi límite y eso es lo bueno. Voy a seguir hasta tocar techo. Hasta donde más pueda. Hasta donde llegue yo. Yo siento que no tengo techo”.
En ese proceso de conocer sus nuevos límites, “Dipy” tiene un lugar donde sabe que todo lo puede: “Cuando llego al club siento que respiro otro aire. Es como mi segunda casa. Cuando entro saludo desde el que está en la puerta, la gente de limpieza hasta los jugadores de primera. Lo bueno es que ellos me hacen sentir uno más. Siempre me dicen que les hago falta y me putean cuando falto. Soy uno más del grupo y todos tenemos que tirar para el mismo lado”.
Mientras Benjamín atravesaba su tratamiento y, hasta la actualidad, sus compañeros le hicieron camisetas con el número “16” en la espalda. Es una de las formas que encontraron para decirle que, a pesar de que dentro de la cancha van solo 15 jugadores, él está siempre con ellos.
Compartir, enseñar y ayudar
“Elegí estudiar terapia ocupacional. Cuando yo empecé el tratamiento decía ‘ni en pedo elijo una carrera que tenga que ver con hospitales’, no quería saber más nada con un hospital. Ahora estoy buscando el por qué elegí esa carrera. Yo necesité un terapeuta ocupacional en su momento”, contó orgulloso Benjamín que arrancó las clases a principio de año.
-Te preguntaste alguna vez: ¿Por qué a mí?
“Un montón de veces y no encontrás respuestas. Pero si te seguís metiendo en eso, te vas a chocar contra una pared. Uno se tiene que preguntar ‘¿Para qué?’. Es fácil decirlo ahora que estoy bien y con la cabeza fría. Pero estuve mal también y llega un momento en el que tenés que dejar de lamentarte de las cosas que te pasan y buscar tu bienestar. No importa en la situación que estés. Porque si no siempre vas a estar abajo y no te vas a levantar más. Uno tiene que buscar siempre su bienestar, seguir adelante y vivir el día a día porque no sabés que va a pasar a futuro”.
-¿Cómo te ves en 5 años?
“Espero estar recibido, ejerciendo mi carrera y ayudando a personas que hayan pasado por situaciones similares a las mías”.
-¿Cómo está hoy la familia Romano?
“Mi familia está muy unida. Como que esto nos unió más. Yo soy el del medio y mi hermanito más chico, que se llama Agustín, juega al rugby. Ahora tiene 15 – la edad donde comenzó el tratamiento de Benjamín – y yo lo ayudo, lo corrijo. Es como ‘mi pollo’, yo lo voy a hacer llegar lejos. Él hace todo lo que yo no puedo hacer. Se emociona mucho de que lo vaya a ver. El sábado estoy todo el día en el club. Veo a mi hermanito, mis compañeros, la primera y luego el 3° tiempo. Soy el mejor jugador del tercer tiempo”.
-¿Qué le dirías a un chico que le pase lo mismo que a vos?
“Le diría la posta, le hablaría de frente. Vos podés estar en la situación que sea, pero tenés que salir adelante. Te podés caer, pero lo importante es que te tenés que levantar. Aferrarte a tus papas que tienen que mostrarse firmes y no caerse, porque si ellos se caen, ¿qué pueden esperar de vos? Es importante que ellos estén firmes y ayudarte a hacer las cosas. Aferrarte a la más mínima alegría que tengas y recordar lo que uno quiere ser. No darse por vencido y siempre repetirlo en tu cabeza. Porque tenés que ser fuerte de cabeza, más que nada. Porque desde ahí podés manejar los dolores y la forma de pensar. Por eso hay que mantenerla ocupada”.