El traumatólogo español Pedro Larrauri deberá pagar a Desirée Vila, una gimnasta de élite que en 2015, con solo 16 años, perdió la pierna derecha, una indemnización de 2.154.685 euros.
En ese precio fijado por una sentencia que el despacho del abogado de la acusación, Alfonso Iglesias, especializado en materia deportiva, considera histórica, se incluye la vocación truncada de una especialista en gimnasia acrobática a punto de alcanzar lo mejor de su carrera.
Todo se terminó cuando sufrió una fatal caída sobre la cama elástica el 26 de febrero de 2015 cinco minutos antes de las nueve de la tarde.
El día 4 de marzo acabó siendo amputada desde la rodilla, y además de una larguísima rehabilitación física necesitó tratamiento psicológico, ansiolíticos y antidepresivos.
Larrauri acaba de ser condenado por la titular del juzgado de lo Penal número 3 de Vigo, Cristina Martínez Raposo, a dos años de prisión y cuatro de inhabilitación, además de al pago de la indemnización, intereses, costas y otros gastos futuros que la minusvalía del 45% acarree a la joven.
Para calcular la indemnización, la magistrada tiene en cuenta los días de baja (14.964 euros); las secuelas (176.955); el perjuicio estético (111.149); la intervención quirúrgica (1.100); el daño moral complementario a la secuela (96.000); el perjuicio moral por pérdida de calidad de vida (100.000); y el precio de las prótesis (con rodilla inteligente, 1.168.642 y deportiva, 485.875 euros). De las cantidades, según dicta el fallo judicial, «responderán de forma directa, conjunta y solidariamente con el acusado AMA (con la que estaba asegurado el médico) y Mapfre (la compañía de la clínica donde ejercía).
La juez considera acreditado que Larrauri «desatendió» de forma «flagrante e inexplicable» a Desirée Vila, pese a que desde su domicilio estuvo cumplidamente informado de los alarmantes síntomas que presentaba su paciente después de que esta ingresase sobre las diez y media en el Centro Médico El Castro, donde él trabajaba. No acudió a la clínica a verla hasta el día siguiente a las 11 de la mañana, y hasta el 1 de marzo «omitió, en términos incompatibles con la lex artis, la realización de pruebas diagnósticas complementarias» que hubieran revelado la lesión traumática que la muchacha sufría en la arteria poplítea.
Esto originó una trombosis arterial que derivó en una isquemia irreversible con la única salida de la amputación por encima de la rótula. Todo ello a pesar de que Desirée, encamada en el centro médico, no cesaba de quejarse de un fortísimo dolor que no aplacaban los analgésicos, y de que otros facultativos y personal de enfermería avisaban de que la deportista tenía un hematoma y un edema que iban invadiendo la rodilla y la pierna. La extremidad estaba fría y con un pulso cada vez más imperceptible.
La juez recuerda que no fue una sola omisión, sino una sucesión de ellas a lo largo de los días en que el médico era el responsable de la atención a su paciente: desde el 26 de febrero hasta el 2 de marzo, cuando se produjo el traslado de la joven a otro centro, el hospital Povisa, para un intento urgente de revascularización en el quirófano que ya no pudo salvar su pierna. Larrauri había al fin acordado practicarle un angio-TAC el 1 de marzo, una de esas pruebas que obvió los primeros, cruciales, días y que podían revelar la lesión arterial.
Pero según la magistrada, ni en esta fase ni en las anteriores, tampoco en el traslado final para ser operada en Povisa, el traumatólogo se dio prisa alguna.
Desde que Larrauri conoció el resultado del angio-TAC, según recoge la sentencia la adolescente aún tardó «más de 15 horas» en ser llevada al centro donde un cirujano vascular podía intentar restablecer la circulación sanguínea.
“El conjunto de las omisiones habidas del deber de cuidado”, afirma la titular del juzgado de lo Penal número 3 en su fallo de 43 folios, “simbolizan su despreocupación más absoluta y clamorosa por la suerte que pudiera correr su paciente”. Larrauri «infringió las precauciones y cautelas más elementales e indisculpables a personas que, perteneciendo a una actividad profesional, deben tener unos conocimientos propios de dicha profesión».