Javier Hernández, un exnadador paralímpico, se ha convertido en el tercer europeo en sacarse el carné de conducir con los pies.
«Nací sin brazos en un mundo diseñado para tenerlos, por eso mi mapa cerebral no es el mismo que el de los demás. Desde niño estoy acostumbrado a dar órdenes a mis pies y que funcionen como manos. Para mí no tiene mérito», dice.
¿Y cómo se conduce con los pies? «Existen dos dispositivos a modo de palanca, uno para cada pie. Con el izquierdo mueves la palanca de norte a sur. Si la llevas para adelante, frenas; si la llevas para atrás, aceleras. Con el derecho mueves el volante y el eje de la palanca es este-oeste, es decir, si la llevas a la derecha, el volante gira a la derecha; si lo llevas a la izquierda, gira en esa dirección. El cambio de marchas es automático y el resto de órdenes las das a través de un botón, dependiendo del tiempo que lo tengas presionado, pones los intermitentes, las luces, etc. Es un lenguaje que hay que ir aprendiendo», explica.
Sacarse el carné de conducir ha sido su último reto pero la lista de logros es larga. Estudió Periodismo en la Universidad de Barcelona, a la que entró por la nota de corte y no por el cupo de discapacidad. Después trabajó siete años en periódicos tecleando con los pies. «Ahora tengo más de 200 pulsaciones por minuto. La claves es esforzarte. Hay muchas cosas que no he podido hacer, pero al menos las he intentado», afirma.
De periodista a los Juegos Paralímpicos como deportista de élite
Su pasión siempre ha sido el deporte. «Jugaba al voleibol y al tenis con los pies porque se puede, nadaba y, sobre todo, jugaba al fútbol con mis amigos y no se me daba nada mal» , dice. Tras su paso por la Universidad, se dedicó al periodismo deportivo hasta que con 30 años decidió vivir el deporte desde el otro lado e intentar clasificarse para unos Juegos Paralímpicos en natación. Era 2009 y el reto era llegar a los de Londres 2012.
Pero además de tener ganas y tiempo para aprenderlo, hay que tener ahorros porque el rodaje que tienen que llevar en este tipo de carné para el examen es superior al habitual. «Si la media a la hora de sacarse el práctico es de unas 30 clases (400-500 kilómetros), en nuestro caso es en torno a 2.000 kilómetros. Yo me presenté con dos mil y pico, 120 clases» , cuenta Javier. «Y cada clase es en torno a un 20% más cara. Y luego, a la hora de comprar un coche, tendría que comprar uno normal y luego adaptarlo. Para que te hagas una idea, un coche de gama media al final me saldría por unos 50.000 euros», añade.
Toda esta experiencia ha sido recogida en un documental que verá la luz en breve y que se llamará ‘L de libertad’ . «Quiero compartir con la sociedad un mensaje de valentía», explica.