El Rally Dakar es también una historia de superación. En el caso del francés Philippe Croizon es la opción de demostrarse a sí mismo que los imposibles no existen. Es que este atleta minusválido de 47 años aceptó el gran desafío de esta aventura motorizada y está intentando completar los 8.823 kilómetros de esta edición sin manos ni pies en un BMW especialmente equipado en Berlín.
Su sonrisa contagiosa revela que, pese a las adversidades, Croizon tiene ganas de desafiar una frase tan contundente como rotunda: “No se puede”. Es que en 1994 le amputaron sus cuatro miembros como resultado de una descarga eléctrica de 20.000 voltios que sufrió a los 26 años, cuando intentaba reparar una antena de televisión en el techo de su casa familiar, en la localidad de Saint Rémy-sur-Creuse.
Lejos de quedarse a esperar que la vida le pasara por encima, el francés decidió aceptar en el 2010 su primer gran desafío: cruzar a nado el canal de la Mancha. “Fue una idea que se sembró en mi cabeza mucho tiempo antes de realizarlo… Es más, fue mientras estaba en el hospital y me recuperaba del accidente. Es en ese momento cuando decidí que debía hacer esa proeza para mí, pero también como un mensaje alentador para todos aquellos que han perdido el interés por la vida”.
Pasó 13 horas en el agua uniendo las costas de Francia e Inglaterra a través del canal de la Mancha. Luego se propuso unir los cinco continentes a nado. En mayo del 2012 completó la prueba entre Australia y Asia –20 kilómetros entre Papua Nueva Guinea e Indonesia– en siete horas y media; en junio cruzó el mar Rojo desde Egipto a Jordania –19 kilómetros– en cinco horas, y en julio completó sus hazañas al cruzar el estrecho de Gibraltar de Tarifa a Tanger –14 kilómetros– en menos de cinco horas.
Tanto en la preparación extensa para este Dakar como en sus tres días de travesía disfruta de la complicidad de su copiloto, Cedric Duple. Esa ilusión contrasta con la frase resonante que pronunció en una entrevista con la BBC, donde confesó que una semana después del accidente quería morir. “La familia me ayudó mucho: tanto mi mujer, Suzana, como mis hijos, Jérémie y Grégory. Me disculpé con la muerte por haber luchado contra ella y me decidí a vivir”, explicó Croizon, quien además ostenta el récord de buceo en profundidad para un cuádruple amputado, con 33 metros, logrado en el 2013 en Nemo 33, un complejo acuático cerca de Bruselas.
En el 2016, el desafío personal de Croizon fue más allá: se metió en la cabeza correr el Dakar. Con el fin de hacer realidad este objetivo, debió convencer a la organización de que lo aceptaran para formar parte de la legendaria caravana y luego conseguir un automóvil que se adaptara a su discapacidad, en un camino que ya habían transitado en esta prueba Albert Llovera, Isidre Esteve y Alberto Prieto.
Fue vital la ayuda económica del príncipe catarí Nasser Al Attiyah, doble campeón del Dakar en el 2011 y el 2015, y con su espíritu olímpico (fue dos veces atleta por su país en Londres 2012 y Río 2016) donó 100.000 euros para que consiguiera financiar su participación junto al experimentado Yves Tartarin, jefe de equipo con una experiencia de 18 participaciones en el Dakar.
Para poder guiar su BMW, Croizon utiliza un joystick (un control parecido al de un videojuego), con el que acelera, frena y gira el volante. Casi todo lo hace con el brazo derecho: acelerar, frenar y girar el volante. El izquierdo solamente lo utiliza para encender las luces y dar reversa.
“Llegamos a este desafío y espero poder saludar a todos desde la rampa de Buenos Aires. Detrás de esta sana locura hay 12 personas de asistencia y muchas horas de preparación. Es una nueva posibilidad para sentirme vivo”, cuenta Philippe Croizon, que se ubicaba en el puesto 61 en la general de autos.
Croizon, un piloto sin manos ni pies en el Dakar
