GUADALAJARA. «Estaba deprimido. Ver a Clarita me dio fuerza, me hizo entender que la realidad de la vida es otra cosa, que no me podía deprimir por no jugar más, que no me podía encerrar», detalla Matías Almeyda mientras habla de su sobrina en su biografía autorizada «Alma y Vida», escrita por el periodista argentino Diego Borinsky.
El rostro de Clarita refleja dulzura y ternura, misma que invade al director técnico del Guadalajara. La niña es la más pequeña de sus sobrinas, a la que trata como una más de sus hijas.
Clarita nació el 30 de diciembre del 2007 y a los cuatro meses fue operada a corazón abierto. Matías no olvida el día de la operación, acompañó a su hermana Silvina en todo momento, calificándolo como uno de los momentos más duros que le tocó vivir. Le habían entregado la vida de la niña «al cirujano, un hombre grande, de como 70 años. Le pagaban 800 pesos por esa operación, algo así, me pareció tan ilógico, tan injusto, me mató eso».
«Vamos las Chivas», exclamó la pequeña el sábado pasado tras la victoria sobre Monarcas Morelia por 2-1 en el Estadio Chivas, un grito al que se le sumó el de Almeyda, quien lleva más de un año al frente del club. Clarita sonríe, menciona haber gritado gol, levanta la voz para decir «Vamos, carajo» mientras es sostenida en la Zona Mixta por el auxiliar técnico Omar Zarif junto a Don Oscar, padre del timonel.
Un día antes del encuentro entre Chivas y Morelia, Clarita conoció Verde Valle. Convivió con su tío Matías y parte del primer equipo. También gritó «Vamos Chivas, carajo» mientras saludaba a hombres como Carlos Salcido, Michael Pérez, Eduardo López y Jair Pereira. De repente escuchó «no me vas a dar un beso» de parte del kinesiólogo Gustavo Witte, a lo que accedió de inmediato. Puede hablarse mucho del nacido en Azul, Argentina, pero resalta el lado humano. Clarita tiene la enfermedad del síndrome de down, algo que ayudó a que el estratega pudiera salir adelante de una depresión tras abandonar el fútbol a los 31 años, al que volvió cuatro años después.
«Matías tiene dos hermanas y Clarita es la hija más chiquita de una de ellas (Silvina). Lo que le tocó vivir con su sobrina le hizo ver las cosas de otro modo, lo ayudó a salir de ese momento tan difícil que tuvo después de dejar el fútbol, y a partir de ahí, involucrarse con la Asociación de Gente con Síndrome de Down», explica Borinsky en entrevista con ESPN Digital.
Matías acude a las cenas de beneficencia por la causa y realiza aportes económicos, razón por la que fue propuesto para ser condecorado en 2012 como persona destacada del deporte por la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires, según se detalla en el texto biográfico. En el lado humano, el estratega es un tipo en contacto con sus sentimientos, que no evade la realidad y que pudo replantearse diversos aspectos para salir adelante.
«Es una persona con sensibilidad, que le tocan las cosas. Abandona el fútbol a los 31 años. Siempre renegaba de todo lo que era el fútbol, protestaba de los representantes, de los periodistas, de la falsedad, del ambiente y terminó volviendo cuatro años después», indicó Borinsky vía telefónica desde Argentina.
«Tras pasar por la depresión, y replantearse un montón de cosas, se da cuenta que quiere seguir en el fútbol. El caso de una persona que se retira a los 31 años te habla de una persona muy sensible a lo que pasa. Que las cosas no le resbalan, que todo lo que sea injusticia y falsedad lo pone muy mal».
El autor resaltó la conexión de Matías con Clarita, quien le ayudó a ver las cosas desde otra perspectiva tras pasarla mal.
“Es gente que nace con un problema genético, pero desde muy chica tuvo una conexión con él, tienen una conexión muy especial. Ver a Clarita y lo que le transmitía, le dio fuerzas, le ayudó a ver las cosas de otro modo. Es como una hija más para él».
«Clarita es el sol de la familia, lo que nos unió a todos», indica Almeyda, mientras Borinsky apunta que la pequeña es una mitad del argentino.
LUCIANA, JUNTO A CLARITA, OTRO MOTOR DE MATÍAS
Junto a Clarita, Luciana Garcia Pena se ha convertido en un pilar para la vida de Almeyda. Luciana es la esposa de Matías, quien lo acompañó en los momentos más duros de su vida.
«Es una persona con mucho empuje, es incondicional de Matías. Parece sencillo ser la mujer del futbolista porque tienen una vida económica importante, pero hay que estar ahí. Luciana es de fierro para Matías; una mujer fundamental».
A Matías lo marcó el momento en el que, tras acudir a la escuela de una de sus hijas, le mostraron un dibujo que lo asustó por la imagen que estaba reflejando hacia el exterior.
«Cuando deja el fútbol y se va para ocuparse del campo, una cosas que lo golpeó fue que una de sus hijas más grandes tenía problemas en el colegio. Fueron a charlas con la psicopedagoga y les mostró un dibujo que había hecho la hija, como que a la madre era una reina y el padre era un león tirado. Para él fue una señal de alerta».
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