Correr, ese movimiento alternado de pies y brazos, es una necesidad. El japonés Harumi Murakami corre para escribir novelas. El jamaiquino Usain Bolt para demostrar que es el mejor. Zoe Koplowitz, la estadounidense con esclerosis múltiple que quedó en último lugar 25 veces en la maratón de Nueva York, para existir. Para reinventar la derrota en un mundo que te exige vencer. Pedro Pablo de Vinatea (27) solo corre para celebrar la vida.
Son las tres de la tarde del martes, en la ortopedia Moderna. Un local de paredes celestes que Pedro Pablo ha visitado, por lo menos, tres veces al año desde el 2007. “Enriqueciendo su calidad de vida”, “Una vida sin limitaciones”, se lee al lado de una vitrina colmada de brazos y piernas de plástico y resina. A este lugar llegan decenas de personas en busca de independencia. Personas que quieren tirar las muletas y echarse a andar como antes.
Pedro Pablo perdió la pierna derecha a los 15 años por un osteosarcoma, un cáncer agresivo, común en niños y adolescentes, que se aloja en huesos largos como el fémur, la tibia y el húmero. Antes de que ocurriese había sido campeón nacional sub-13 y sub-15 de bádminton. Había ganado, además, medalla de oro en dobles y una de plata en singles, en un Sudamericano. Era, pues, un talento innato, que fue derribado de pronto.
Eso parecía. Pedro Pablo, ya con su pierna de titanio, abandonó el deporte desde los 15 hasta los 23 años. Iba al gimnasio por temporadas. Voleaba con sus hermanos muy de vez en cuando y había dejado la natación. Acabó la universidad y ya empezaba una vida de oficinista, cuando en el 2010, en Brasil, en un torneo de bádminton al que asistió, uno de los árbitros le contó del parabádminton, una categoría especial para discapacitados. A los seis meses, en Curitiba, Brasil, el muchacho, previa renuncia a su trabajo, se colgaba una medalla de plata en los primeros Panamericanos de Parabádminton.
Han pasado cuatro años desde aquel regreso. Pedro Pablo ha ganado un Panamericano (2013) y un honroso tercer puesto en un Mundial (2011). Ha contado su historia en charlas y canales de televisión. Se ha convertido, junto al nadador paraolímpico Jimmy Eulert, en el rostro exitoso del deportista discapacitado en el Perú. Sin embargo, hasta ahora, a Pedro Pablo le faltaba cumplir un deseo postergado: correr. Correr como lo hacía a los 15 años.
Por otra maratón
“Vamos a ver si me encaja a la primera”, dice Pedro Pablo sentado, en el consultorio, mientras Félix Gamarra, su ortopedista, desenrosca, con una llave, los dos tornillos que sujetan su pie de fibra de carbono. A su lado está Sofía, su enamorada desde hace poco más de cuatro años y medio. El muchacho, de dientes prominentes y separados como los de un conejo, postuló por una prótesis para correr en la Challenge Athletes Foundation. En abril le comunicaron que había ganado la beca, pero luego no le escribieron más. Aprovechando su participación en un torneo en Inglaterra, recogió su ‘premio’ y a la vez regalo de cumpleaños –cumplió 27 el 14 de junio– en Estados Unidos. Y aquí está, a su lado, lista para ser ensamblada.
La instalación no dura más de cinco minutos. Pedro Pablo da unos saltitos en el cuarto. Va de un lado al otro. Sonríe. “¿Podemos ir a las paralelas?”, pregunta. Antes de que Félix le responda, ya está dando zancadas en medio de dos tubos de acero. “Está funcionando súper bien. Es livianita. Y la suela no resbala nada”, festeja, con entusiasmo infantil.
Una prótesis –me explica Félix– está compuesta por tres partes: pie, rodilla y encaje. En este caso la donación que ha recibido Pedro Pablo solo es la del pie. Es una Flex Run, a diferencia de la Flex Rotate, su otra prótesis, que es para movimientos giratorios, ideal para el bádminton. “Al ser de fibra de carbono funciona como un resorte. Se comprime, absorbe la energía y luego la expulsa. Es ligera y resistente”, agrega.
A diferencia de la prótesis con curva de ‘J’ que emplea el sudafricano Oscar Pistorius, dueño de los récords mundiales en pruebas de 100, 200 y 400 metros, la de Pedro Pablo tiene la forma de una ‘C’, idónea para competiciones de más de 800 metros. Además, posee una suela con pequeños tacos como las de cualquier zapatilla deportiva.
“Espera. Te voy a hacer un video”, le dice Sofía a Pedro Pablo, que se va hasta el otro extremo de una cancha de grass sintético, a unas cuadras de la ortopedia. En un inicio, cojea. Pero conforme pasan los minutos se adapta. Si antes daba dos pisadas con su pie izquierdo y luego arrastraba la prótesis, ahora mueve ambos alternadamente. “Hasta la puedo picar”, afirma algo agitado.
Lo más cercano que estuvo de correr en una carrera fue en abril pasado, en el Wings For Life, esa competición con fines benéficos, simultánea en 32 países, donde la meta es un carro que te persigue. Pedro Pablo aceptó la invitación, aunque no tenía muchas expectativas. Pensaba que, con suerte, llegaría a los 4 kilómetros. Hizo 6.3 kilómetros en 57 minutos. “Después de los 20 minutos corrí agarrándome la prótesis. Paraba para enfriar. Cambiaba el paso. Era jodido. Pero estaba ahí, y lo di todo”. Ese día recordó sus maratones en Adecore o las ‘Regatiadas’ de su club. 
Es por esa nostalgia por la que sigue dando vueltas en la canchita. “Aspiro a ir a las maratones con mi prótesis y vacilarme como todos. No me interesa pelear el podio, pero sí bajar mis tiempos. Ser libre. Vencerme a mí mismo”, aclara. Ya de regreso, en el consultorio, al colocarse su prótesis anterior, que siempre viste con una media, sentirá la enorme diferencia. “Me siento como un astronauta”.
Metas y más metas
Son las diez de la mañana del miércoles, en la Federación de Bádminton, en el Estadio Nacional. El entrenamiento ya ha terminado. Pero Pedro Pablo le pide a Luz María ‘Titi’ Zornoza, seleccionada nacional, que se quede para jugar unos singles. Su nivel es tan bueno que, salvo por algunos ejercicios, practica con ella sin ningún problema desde el año pasado. Verlo en acción. Raspar la pluma con suavidad. Tirar reveses. Pero sobre todo verlo suspendido en el aire para “matar” es una lección. Una lección de optimismo que ilumina hasta a los más desdichados.
Pedro no reniega de su suerte. Habla con esa superación de quienes ven una oportunidad donde otros solo se lamentan. El cáncer que padeció fue por factores hereditarios. Por la rama de su padre ha perdido a tíos y a primos. Su abuela paterna fue alcanzada por la fatalidad. Desde hace varios años su padre también. De hecho, en su último cumpleaños, Pedro compartió un pollo a la brasa con su ‘viejo’, quien estuvo hospitalizado. “Nosotros aprovechamos al máximo a mi papá. Tratamos de estar con él, el mayor tiempo posible”.
Concluida la partida con ‘Titi’ Zornoza, Pedro Pablo se dirige hasta la pista atlética del Nacional. Y, entonces, me cuenta de sus otros planes, como asistir a las paraolimpiadas o conformar un equipo de parabádminton en el Perú. El parabádminton aún no ha sido incluido en el Comité Olímpico. Como no hay nada asegurado, está practicando la natación, que sí está contemplada. Hace unos meses, en los Juegos Parasuramericanos, en Chile, obtuvo la medalla de bronce en 100 metros pecho. Ese es Pedro Pablo, el incansable, el deportista que solo celebra la vida.
El campeón vuelve a la pista
