El fallecimiento reciente del ex jugador Sean Rooks, con apenas 46 años, ha sido el último episodio de una cascada de muertes súbitas inesperadas registrados los dos últimos años entre ex jugadores profesionales de basket. Rooks, asistente de entrenador en los Philadelphia 76ers, no sobrevivió esta semana a un ataque de corazón, episodio que es una de las causas de muerte más habituales en Estados Unidos y que está afectando de forma dura e inquietante a ex deportistas entre 45 y 66 años.
El 13 de septiembre falleció el legendario Moses Malone, de 60 años. El 27 de agosto nos dejó Darryl Dawkins, de 58 y previamente lo habían hecho Jack Haley (51), Anthony Mason (48) o Caldwell Jones (64).
“La muerte de Rooks nos recuerda la importancia de mantener revisiones cardíacas y ésa es una prioridad alta para la liga y la asociación de jugadores”, dijo el comisionado Adam Silver en un comunicado.
Las revisiones minuciosas del grupo de riesgo se iniciaron el pasado 21 de junio, hace casi un año, en Orlando y se desarrollarán próximamente en Detroit. Se realizan análisis de sangre, electrocardiogramas y pruebas con ultrasonidos para realizar un estudio de salud de los jugadores retirados. En este primer test participaron 15 ex jugadores.
“Estoy contento que lo hayan tomado en serio y espero que siga adelante”, declaró el ex jugador de los Atlanta Hawks Kevin Willis.
“Parte de los esfuerzos de la Asociación de Jugadores es la educación e información sobre los factores de riesgo que afrontan los jugadores en relación con su corazón”, dijo la directora del sindicato, Michele Roberts.
Las muertes súbitas se hacen habituales en la NBA
