Gustavo Sánchez no recibió autorización para competir en los Juegos de Beijing 2008 por contar apenas con 14 años. Esa decisión, lejos de truncar sus sueños de triunfar en la natación, se convirtió en otro elemento más a superar en su vida, la cual ha estado llena de retos desde el día que nació, el 3 de mayo de 1994.
La historia de éxito del ganador de cuatro medallas en los Juegos Paralímpicos de Londres 2012 es contada por su madre María Elena Martínez en el libro Vivir sin límites la historia de Gus, en el que relata situaciones que han llevado a su hijo a triunfar.
“El sentido de competir lo tuvo desde el momento en que se dio cuenta que su vida iba a ser eso, competir cada día en sortear obstáculos, obtener un lugar, ganar amigos, realizar la tarea, alcanzar las metas, llegar al objetivo”, recuerda en uno de los capítulos, María Elena Martínez, quien es catedrática de la UNAM.
Gus es el menor de la familia. Sus hermanas Jimena y Gabriela siempre tuvieron el deseo de contar con un hermanito y sus padres decidieron cumplir el anhelo. El gran día llegó una tarde de mayo en lo que parecía sería un parto normal.
“Nadie decía algo. Entonces mi esposo me apretó muy fuerte la mano y después me empezó a frotar el brazo como para tranquilizarme. Yo le preguntaba ¿por qué no llora el bebé?
“Mi esposo se aproximó a mí y muy bajito me dijo al oído: el bebé está bien, pero es diferente. ¿Cómo diferente? Contesté. -Le faltan algunas partecitas, me dijo.
Gus nació con malformaciones congénitas en ambas piernas y el brazo izquierdo. Desde ese momento sus padres comprendieron que su vida familiar sería especial.
Durante las terapias a las que llevaban al pequeño, uno de los especialistas recomendó que la natación podría ayudar en su desarrollo.
Fue un curso de verano que Gus, de entonces siete años, comenzaría su aventura en la natación y lo hizo en la alberca de Ciudad Universitaria. Ahí conocería a uno de su primeros entrenadores, Juan Manuel, quien desde un principio le dedicó atención y cuidado.
“Con la técnica aprendida, la habilidad desarrollada y la discapacidad superada, él (Gus) ha encontrado en el agua el medio para desplazarse libre, ágil y sin obstáculos, lo que le ha dado el dominio, confianza, seguridad para sentirse apto y tener su lugar en la vida”, explica la autora en el libro.
Para entonces, su padre Gustavo ya había dejado su trabajo como gerente de una automotriz, para dedicarse de tiempo completo a ser el respaldo de su hijo, quien lo define como sus “piernas”.
Gus se convirtió en un extraordinario nadador, una cualidad que lo llevó a obtener triunfos tanto en competencias nacionales como internacionales.
Su gran sueño era asistir a los Juegos de Beijing 2008, pero al final lo dejaron fuera de la selección, ya que apenas tenía 14 años. Los especialistas y entrenadores recomendaron no exponerlo a una competencia de tal magnitud a su corta edad, por lo que podría significar en caso de una derrota.
La revancha llegó en los Juegos Paralímpicos de Londres 2012.
A punto de arrancar una de las finales, le pidió un consejo a su padre.
«¡Sal Gus y has historia!”, recibió como respuesta.
Gus ganó en total cuatro medallas, dos de oro, una de plata y una de bronce para convertirse en el máximo ganador mexicano.
La autora describe:“los atletas paralímpicos, en lo general, maduran más rápido, enfrentan la adversidad con más determinación y no se detienen mucho a sufrir en sus fracasos. Me asombra la fortaleza y la visión tan clara que tienen sus personalidades. El sentido del humor tan agudo con el que toman la vida e interactúan entre ellos”.
Y recuerda una anécdota con Pedro Rangel, un nadador originario del norte del país y compañero de Gustavo.
“En alguna ocasión escuchó que a Gus le decían El Pollo, por güerito y pequeño, y veía cierta atención dedicada del también entrenador Fernando Vélez para Gus, que Pedro encontraba en desventaja suya y para los demás.
“Y ya molesto interpeló a Vélez desde la alberca y a la distancia: Pollo para arriba y Pollo para abajo; cuál Pollo. Si nada más tiene ala y media pierna. ¡Ese morro es un cuarto de pollo! Y desde ese día Gus se convirtió de Pollo a un Cuarto de Pollo”.
Gustavo Sánchez ganó el Premio Nacional de Deportes en 2012, luego de gran actuación en Londres. Ese mismo año concluyó la preparatoria y ahora estudia ingeniería en producción de audio, ya que la música es otra de sus grandes pasiones.
A los 21 años, su vida se desarrolla entre la universidad y los árduos entrenamientos en la piscina. Además de dar pláticas motivacionales.
En unas semanas buscará su pase a Río de Janeiro 2016.
El objetivo del libro en gran parte fue para motivar a familias que enfrentan situaciones similares, revela la autora.
También para hacer conciencia de que se tiene mucho que trabajar en el fomento de la cultura a favor de la discapacidad. Recuerda los problemas que enfrentaron al buscar una escuela que aceptara a Gustavo. Y aclara: “no son inválidos (sin valor), ni minusválidos (con menos valor) tampoco disminuidos, ni incapaces, impedidos, sino discapacitados”.
La misma emoción que mostró Gus al recibir durante la premiación en Londres 2012, la traslada al escuchar los aplausos y las palabras de admiración en la abarrotada sala en la que se presentó su libro durante la Feria en el Zócalo capitalino.
“No hay límites, no hay barreras… no hay imposibles”, expresa con su característica sonrisa para llevarse otra ovación, mientras una larga fila lo espera para la firma de libros.