Kyle Kuric, alero del del Herbalife Gran Canaria, regresó a las canchas tras superar un meningioma. Cinco meses de recuperación que le han convertido en un caso único en el deporte de élite.
Todo comenzó en Vitoria. Su equipo jugó ante el Laboral Kutxa, pero Kyle no pudo participar debido a unos fuertes dolores de cabeza. No había analgésico que se los quitara. El Granca se desplazó a Barcelona para un viaje de Eurocup. Él se fue a urgencias de la clínica Teknon, donde un escáner descubrió el tumor.
El jugador siempre mantuvo la calma. Que su padre sea neurocirujano, sin duda, le ayudó. Lo llevó un poco peor su familia. Cuando fue diagnosticado, sus gemelos tenían sólo tres meses. «Ala mujer se le vino el mundo un poco encima», cuenta Pedro Montesdeoca, doctor del Granca, que supervisó la recuperación de Kyle junto al doctor Plans, quien le operó.
Tras una primera intervención, tuvo que ser operado de nuevo a las 48 horas. Había un edema que presionaba el cerebro. Era previsible. Fue lo último que entraba dentro de lo conocido. Lo que vino después era terreno inexplorado. «No había precedente, no había previsiones. No era como una rodilla, que hay un tiempo estimado de baja», asegura Montesdeoca.
A partir de entonces, pesó más que nada la voluntad de Kyle. Ahora se sabe que es infinita. «Cuando te pasa algo malo, te puede destruir o te puede fortalecer. Yo no iba a dejar que esto me destruyera. Ahora soy otro Kyle, mejor y más fuerte», afirma. Nadie de los que ha trabajado en su recuperación escuchó una frase pesimista. Ni una duda. Convenció a todos de que volvería. «Lo veía a él y yo tampoco me planteaba que no volviera. Transmitía ganas», dice José María Sánchez, exfisioterapeuta del Granca, la primera persona con la que trabajó tras la operación.
Kyle perdió mucho peso mientras guardaba reposo. «Tenía la masa muscular como si acabara de salir de un campo de concentración», recuerda Sánchez. El alero tuvo que aprender a andar de nuevo. Apenas podía mantener el equilibrio. No era capaz de bajar escaleras. Sufrió incluso problemas de visión. La inflamación en el cerebro impedía que las órdenes llegaran con normalidad a los órganos.
Por delante, el reto de convertirle de nuevo en jugador. Tres meses de sesiones de fisioterapia siete días a la semana. Incluidos Navidad o Año Nuevo. «¿Cuánto estás dispuesto a dar por lo que amas? Yo tenía clara la respuesta: todo. Sabía que iba a conseguirlo. Pensaba que si era capaz de entregar todo mi corazón, pasara lo que pasara, habría merecido la pena», afirma Kyle.
Primero, trabajo en piscina para evitar su propio peso, en gimnasio para mejorar el equilibrio y la coordinación, subiendo montañas para fortalecer las piernas… En una segunda etapa, ya con carrera y más gimnasio. Siempre sin pasar de 160 pulsaciones. Con el freno de mano echado, por debajo de la cuota de riesgo, pero a la vez acortando plazos.
Loco por tocar balón
Así hasta llegar al entreno del tiro. «Lo incorporamos muy pronto. Fue lo primero de baloncesto que metimos. Tiraba en estático, sin bote, sin salto, sentado en una silla… Veía los entrenamientos vestido de calle y en cuanto podía se ponía a tirar», cuenta Juanjo Falcón, preparador físico. Kyle estaba como loco por recuperar sensaciones y sentirse jugador.En la Copa del Rey, se sometió a una revisión. Resultó excelente. Tenía permiso para entrenarse. El regreso tuvo que esperar unas cuantas semanas. Fue ante el Valencia. Salió a los siete minutos. El primer lanzamiento que hizo fue dentro. Triple. Cada uno que mete desde entonces es un milagro. «Con ese tiro se acabó todo el sufrimiento.Este chico se merece un monumento», dijo Montesdeoca.
Desde que volvió a pisar el parqué, Kyle Kuric viste una cinta negra en la cabeza. Le cubre la zona donde tiene la prótesis del hueso que se le quitó y se le ha implantado. «Por mí llevaría un casco como Petr Cech, el portero del Arsenal, pero con la banda es suficiente», explica el doctor Montesdeoca. Tras cada triple, el alero se toca la zona afectada y señala al cielo. Tiene razones para hacerlo. Kyle tendrá que someterse a revisiones anuales. El tumor podría reproducirse. Y nadie está libre de padecer uno. «No hay un estudio genético ni factores de riesgo. Como cualquier tumor, te toca porque te toca».
