Aprovechando que se acaba el año, que hay cambio de década y que en 2020 se celebrarán los XXXII Juegos Olímpicos, me gustaría reclamar la visibilidad de la otra parte de este certamen: el deporte y los deportistas paralímpicos. Estos atletas, con medalleros y logros de lo más interesantes, tienen unas historias que son increíblemente inspiradoras y que animan a personas que se encuentran en condiciones parecidas a hallar en el deporte un refugio.
Pero no solo han conseguido alentar a estas personas, sino que han llegado a cambiar las perspectivas sociales de todo un país. Tras los juegos de Londres, en 2012, más de un millón de personas consiguieron trabajo después de los juegos y más de un millón y medio de menores con discapacidad se apuntaron para realizar una actividad física (el país cuenta con un 15% de habitantes con discapacidad). En Río, en 2016, el 79% de la población cambió su actitud hacia las personas discapacitadas tras los juegos y hubo una subida de un 49% de gente con discapacidad que consiguió un trabajo.
Japón, lugar dónde se celebrarán los juegos el próximo año, cuenta con más de 70 mil personas con una amputación y, como pasó en las últimas ediciones de los juegos, se espera que todo esto tenga un impacto positivo sobre la sociedad.