Aquel día de enero de 2010 Ian McKinley creyó que su mundo se acababa. A sus 19 años, este irlandés de Dublín era una de las grandes promesas del rugby de la isla verde: ya había viajado con la selección juvenil al Mundial de la categoría y daba sus primeros pasos en el equipo de Leinster, que compaginaba con el equipo universitario de su ciudad. Precisamente con ellos, en un encuentro contra Lansdowne, sufrió un terrible accidente que le cambiaría la vida. Durante un ruck cayó al suelo, con la mala suerte de golpearse en el ojo izquierdo con el taco de la bota de uno de sus compañeros.
Tras una operación de cuatro horas y un mes de reposo absoluto, el pronóstico inicial no era muy pesimista; de hecho, en los siguientes meses llegó a recuperar un 70% de la visión y pudo jugar algún partido más. Sin embargo, una serie de complicaciones, incluido un desprendimiento de retina, hicieron la situación irrecuperable. Inutilizado por completo ese ojo, se vio obligado a dejar el juego con solo 21 años.
Aunque dejó de estar en el césped, no abandonó el deporte que es su vida: se sacó el título de entrenador y se integró en el cuerpo técnico del Udine, club del noreste de Italia. “Me sentía frustrado en Dublín, con tantos recuerdos de mi época de jugador, y pensé que un cambio de aires me vendría bien”, dijo al diario británico The Guardian. Pero a corto plazo su situación no mejoró: lejos de sus amigos y su familia y sin dominar el idioma local, su mente no paraba de fantasear con sus tiempos con el 10 de Leinster a la espalda.
Su hermano, que acudió a visitarle, notó que estaba mal e ideó un plan insólito. Se acercó a la Escuela Nacional de Arte y Diseño de Dublín y contactó con Johnny Merrigan, un alumno que tenía que desarrollar su proyecto de fin de carrera, a quien encargó el diseño de unas gafas protectoras especiales, que se animó a fabricar una empresa italiana. Y para sorpresa de todos, especialmente del propio Ian, el experimento fue un éxito.
Así, en marzo de 2014, McKinley volvió a competir en el Udine, en tercera división, muy por debajo de su nivel anterior a la lesión, y arrasó. Tan bien lo hizo que pronto se fijaron en él equipos de superior categoría, primero el Viadana y, desde 2016, su actual club, el Benetton Rugby Treviso, donde participa en el Pro12, el campeonato de clubes que incluye equipos de Gales, Irlanda, Escocia e Italia. Durante este tiempo, además, tuvo que superar trabas burocráticas que impuso la federación irlandesa, que impedían jugar partidos con gafas protectoras en su jurisdicción y que llegaron a motivar protestas en change.org.
Ahora, Ian ha recibido una enorme alegría. Los años de residencia que lleva en Italia han permitido que sea convocable por el equipo nacional transalpino, y el seleccionador Conor O’Shea no ha desaprovechado la oportunidad. Acaba de anunciarse que McKinley está en la lista de 44 jugadores que viajarán con la azzurra a Asia para la gira que el próximo mes de junio les enfrentará a Escocia, Fiji y Australia. El medio apertura no sólo siente orgullo porque su país de adopción se ha fijado en él, sino que también espera que su historia de superación sirva de ejemplo a los más jóvenes. Tal como dice: “Yo no me he rendido, siempre se puede volver a empezar”.
Convocado para la selección nacional de rugby pese a faltarle un ojo
